Transformación

Crítica de Matías Oniria - Visión del cine

Transformación se muestra como parte orgánica del disco homónimo de Palo Pandolfo y la Hermandad. El director cordobés, Iván Wolovik, explora la figura del músico/poeta en el momento mismo (íntimo) de la grabación de lo que hasta ahora es su último trabajo sonoro.
“con un resto de lucidez

se reinventó”.

El Reflejo, Palo Pandolfo y La Hermandad

Palo Pandolfo es esa clase de artista que arrastra un reconocimiento intrínseco. Podés no saber quién es pero te suena. Y si sabés quién es, que acompañes o no en gusto y forma, no quita la coherencia que pareciera envolverlo. Transformación es la clase de documental que reafirma para el fanático, presenta de modo suficiente para el ocasional espectador y casi que podría resultar innecesario para el que duda: el mito (el culto) se humaniza y detrás de eso resta encontrar arte o, simplemente, el abismo de la sobreproyección.

Justamente, eso que ocurre por detrás es puesto en primer plano en Transformación: asistimos a ese momento vivo, confuso, pasional, en el que las cosas importantes se debaten con ruido de fondo y entre tintineos de vasos de birra o en ronda de mates, como la primera vez. Ese momento donde todo lo que se dice parece ya hablado pero se aproxima, por fin, a su resolución definitiva.

Hay un carácter universalizante en ese estadío creativo que Iván Wolovik logra reflejar. Y lo hace usando el tema El reflejo, como leitmotiv. Tema que se discute y se vuelve ese momento en el que la creación tiene que ser finalmente plasmada: el instante clave en el que ya todo deja de ser modificable o se modifica por última vez. Palo Pandolfo sabe exponerse en ese drama. Palo Pandolfo escucha su música, se acepta, se lee y se analiza a la distancia, con periodos de autocondescendencia y renegando de algo que no sabemos si busca. Cierra los ojos y deja que la música actúe, que la música lo requiera, lo lleve al éxtasis de entenderse a partir de.

Transformación deja clara constancia de un Palo Pandolfo que posee perspectiva, que busca su mejor versión, con honestidad. Sin embargo mucho queda como registro acertado (la construcción del personaje “productor” y las postas de Mollo, sin ir más lejos) pero sin un conflicto superior que nos ayude a dimensionar dentro del drama: el concepto de banda (incluso de disco) queda rápidamente relegado para que nos adentremos en un artista que tiene una visión genuina de sí, que avanza con emoción y se muestra convencido de su proceso: Roberto Palo Pandolfo no se transforma, es transformado por la música.