Toy Story 4

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Obviamente todos sabemos que el estudio Pixar, uno de los más importantes estudios de animación de la actualidad –sino el más importante de todos- nos tiene mal acostumbrados y ha puesto su propia vara, muy alta.
En cada una de sus creaciones ha sabido diseñar con lujos de detalles un mundo diferente, altamente creativo, lleno de nuevas ideas y que intenta no repetir, en nada, la fórmula de sus películas anteriores.
Desde el reino subterráneo de los insectos en “Bichos”, la mágicas puertas que nos invitan a enfrentarnos con nuestros miedos infantiles y descubrir un mundo tan distinto como el de “Monsters Inc.”, el universo de nuestros seres queridos que nos antecedieron en el árbol genealógico que se ponen de fiesta en “Coco” o una ciudad en donde los autos tienen personalidad y vida propia como en “Cars”.
Pixar nos ha sorprendido en cada una de sus creaciones, hasta llegar a dilucidar lo que habita en nuestra cabeza, esa mezcla de sentimientos y sensaciones que tan bien expone en “Intensa mente” o el mundo submarino que despliega ante nuestros ojos en “Buscando a Nemo”.
Pero su máxima creación, o al menos la más recordada por ya casi tres generaciones es indudablemente “Toy Story”: esa vida secreta de los juguetes de Andy que ya son parte de nuestra historia y también de la de nuestros hijos. Ahora, llega su cuarta entrega y apenas comienza a desarrollarse la historia, nuestro corazón de espectador late fuerte y podemos confirmar que la saga sigue más vigente, más vital que nunca y tan sorprendente como siempre.
Mientras que otras comedias animadas no resistieron sus propias continuaciones, como ha sucedido por ejemplo con “Shrek” (con una secuela apenas aceptable y una tercera entrega desastrosamente olvidable), la desgastada “La Era de Hielo” , “Rio 2”, el inexplicable mundo del espionaje al que apela “Cars 2” o han tenido sus “spin off” muy por debajo del nivel esperado (basta como ejemplo “Los pingüinos de Madagascar” o “El gato con botas” como desprendimiento del propio Shrek), con “TOY STORY 4”, Pixar demuestra que la licencia goza de una excelente salud.
Atrás quedó el mundo de Andy y sus juguetes cuando debe partir a la Universidad, y así nacen las nuevas aventuras ahora de la mano de Bonnie, quien entre otras “modificaciones” que ha hecho en la troupe, consagró a Jesse como la Sheriff local. Es así como Woody sufre con este cambio, se siente relegado, ya no es el protagonista de todos los juegos de la niña y más de una vez termina sin ser elegido, algo “olvidados” en el fondo del placard.
Un poco por su orgullo herido, para demostrar que todavía tiene mucho para dar (¿a quién no le ha pasado cuando los hijos empiezan a crecer y prescinden poco a poco de nuestro apoyo…?) y otro poco por su esencia noble e incondicional, no podrá resistirse a la tentación de asistir junto a Bonnie en su primer día en el Jardín. Así será como se inicia una nueva aventura, completamente diferente a las tres entregas anteriores y que se sostiene argumentalmente por sí sola.
Si bien, obviamente dialoga en forma permanente con sus antecesoras, “TOY STORY 4” se construye con una solidez, una historia y un mensaje que la conciben como una entrega completamente individual y con coherencia propia dentro del tándem.
Andrew Stanton (gran colaborador de la factoría Pixar en la mayoría de sus grandes éxitos) y Stephany Folsom como guionistas, han tomado una serie de decisiones absolutamente acertadas, aunque quizás algunos fans de la saga puedan esgrimir que en esta cuarta entrega Buzz Lightyear ha perdido el protagónico para convertirse en un personaje secundario, casi uno más dentro de este grupo de juguetes entrañables y conocidos por todos nosotros.
En una impecable elipsis, un hecho sucedido nueve años atrás, coloca en un rol central a Bo-Peep, la pastorcita, junto a su inseparable rebaño.
Completamente a tono con un cambio de mirada que exige el aquí y ahora sobre las heroínas femeninas -de las cuales el cine de animación no queda exento en absoluto-, Bo-Peep se construye como el ícono de la mujer independiente, “empoderada”, que ha tomado sus propias decisiones y que no duda ni un momento a la hora de defender sus ideales y seguir su corazón.
El camino que ha hecho Andy en la entrega anterior, ese desafió de crecer, de avanzar a otra etapa de su vida, parece ahora verse reflejado en la propia vida privada de los juguetes, que deberán tomar las riendas de sus propias vidas, tratando de entender que más allá del amor de los niños y ese vínculo absolutamente hermoso e intransferible, hay todo otro mundo por descubrir.
Los secundarios y los nuevos personajes que nos presenta “TOY STORY 4” han sido construidos con una precisión admirable y tienen el tono exacto para que la historia tenga todos los elementos esperados: hay comedia, hay acción, suspenso, aventuras y por supuesto, también hay romance y no faltará el momento para emocionarse, tan genuinamente Pixar.
El gran coprotagonista es Forky, la creación de Bonnie en su primer día de clases, con corazón de retazos y alma de “basura” que obviamente no pude reconocerse como juguete y que por lo tanto tiene las escenas más jugosas en los diálogos con Woody, la reflexión acerca del sentido de los juguetes y de su propia identidad. Forky demuestra cómo algo aparentemente descartable puede ser el objeto “fetiche” y depositario de todo el amor de un niño: en apariencia simple pero con un diseño extremadamente detallado, Forky se transforma en un digno co- protagonista para esta nueva historia.
El comic relief viene de la mano de los desopilantes Bunny y Ducky, dos inseparables peluches que esperan emprender su propia aventura, después de la larga espera en la estantería de esos juegos de kermesse, imposibles de ganar, y tienen a su cargo los momentos irónicos, incorrectos y divertidos de esta entrega.
También Keanu Reeves le presta su voz a Duke Caboom, el doble de riesgo canadiense que sigue a la espera de su momento de fama. El suspenso y el homenaje al cine de terror (hay algo de los personajes de un museo de cera, la faceta siniestra de las muñecas antiguas que en cierto modo aprovecha la saga de “Annabelle”, por ejemplo) viene de la mano de Gabby Gabby, la muñeca que no sabe lo que es ser querida por un niño.
Con una falla de fábrica, ese defecto traumatizante la ha transformado en una niña resentida y algo hostil, que regentea un banda de muñecos de ventrílocuos que meten miedo dentro de la enorme tienda de antigüedades y ella también tendrá su particular momento de lucimiento dentro de la historia.
Algo que ya había aparecido en otro producto Disney como “Wi-Fi Ralph”: ese momento de las despedidas, la hora de decir adiós, de dejar volar, de asumir que hay que pasar a otra etapa, hacerse fuerte y confiar que la presencia de nuestras figuras de contención nos acompañarán en todo nuestro recorrido, se replica en “TOY STORY 4” y de la forma más dulce y emotiva posible.
Sobre el final, tal como sucede en cualquier filme “coming of age” o en aquellas películas en que se emprende un viaje iniciático e interior, los personajes de “TOY STORY 4” habrán hecho su transición. Los juguetes de ninguna manera serán la excepción y también los encontraremos diferentes, modificados, en el curso del tramo final de la historia, donde Pixar una vez más nos sorprende, nos emociona, nos sacude el alma y nos deja con ganas de más.