Toy Story 3

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

La nueva saga de Pixar, "Toy Story 3", llega a 10 años de la segunda parte y a una década y media de la primera , tiempo suficientemente extenso para que, al menos, un niño deje de ostentar esa condición.Por allí comienza la trama de este logradísimo filme, que también está en su versión 3D, y que desafía la máxima basada en que una película de animación no puede ser una gran película.

"Toy Story 3" hace reír y emociona con recursos auténticos, y es tan recomendable para niños y adolescentes como para adultos.

Es más, la versión 3D es interesante, pero los efectos especiales están utilizados en función de la película y no al revés, lo que potencia aún más el valor del filme.

Andy está a punto de irse de viaje para ingresar a la universidad, y su madre lo hostiga para que ordene su pieza, mientras el padre sigue sin aparecer en escena, como en toda la saga. Allí surge el primer conflicto. Cuando Andy debe decidir qué juguetes elige para llevarse y cuáles dejar en la bohardilla, se queda solamente con el vaquero Woody. Y Woody no imagina un mundo sin Andy, pero mucho menos sin sus amigos Buzzy, Jessie, el dinosaurio Rex y todos sus colegas, sobre quienes tiene un vínculo intenso, y es claramente el líder.

La amistad y la solidaridad son dos valores clave en esta película dirigida por Lee Unkrich (co-director de "Toy Story 2" y de "Buscando a Nemo"), quien supo ingeniárselas para lograr sentimientos tan genuinos en el espectador, que a menos de media hora de transcurrida la película ya se olvidó que está viendo una de dibujitos animados.

En esa lucha de Woody y sus amigos por mantenerse juntos, se abre el abanico para mostrar momentos dramáticos y de angustia, que son muy habituales en muchos de los clásicos de Walt Disney.

Y habrá tantas similitudes con la vida real, que no tardará en aparecer el traicionero, ése que se hace el buenito hasta que en el momento más difícil elige un camino propio sin pensar en los que están a su lado.

En la última media hora, lejos lo mejor del filme, arranca una dinámica tan vertiginosa que cuesta despegarse. Es que los mensajes que va decantando esta propuesta no llegan como moralejas de un maestro ciruela de la primaria, sino que obligan a reflexionar sobre la vida y la muerte, sobre la verdad y la mentira, el amor y la amistad y, sobre todo, la adultez y la niñez, etapa dorada.