Toy Story 3

Crítica de M - Demasiado Cine!

Final del Juego

No existen muchas trilogías en la historia del cine que, hilando una misma historia, encuentren sus tres partes justificadas. Podríamos citar la trilogía original de Star Wars o la de Volver al Futuro como casos a destacar, (y que igualmente son discutibles), pero la regla general dice que, si las dos primeras estuvieron bien, la tercera se hace para recostarse en los laureles de las anteriores, y salir a cosechar algunos billetines extra con un film que palidece notablemente frente a sus compañeros de terna (¿Alguien dijo El Padrino?).

Si bien Pixar ya había demostrado con Toy Story 2 que podían lograr un producto de igual (o mayor) calidad que el original, esta tercera parte generaba muchas dudas, sobre todo por haber sido gestada bajo el paraguas de Disney, arrojando cierto aroma a hurto fílmico descabellado.

Bueno, Pixar se encarga de demostrar ampliamente que no es así, y logra de esta manera cerrar una de las mejores trilogías que ha dado el cine en general en toda su historia (y ni hablar del cine de animación en particular).

El Mundo del Juguete

Andy ya es un muchacho grande. Tiene 17 años y, lógicamente, hace mucho tiempo que no juega con sus juguetes, los cuales se encuentran guardados en un baúl desde hace mucho tiempo. Además, está por partir hacia la universidad, lo cual da lugar a tres posibles destinos para sus antigüos amigos: Ser guardados en una bolsa en el ático, hasta que alguien se acuerde de ellos; ser donados o regalados a alguien que les de mayor utilidad; o ser arrojados directamente a la basura. Y durante todo el film, los protagonistas se encontrarán inmersos entre esas opciones, irán cayendo en la cuenta de que una etapa de sus vidas como juguetes finalizó, y cada uno lo aceptará de la forma que pueda.
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Vuelven los clásicos personajes que elevaron a la fama a Pixar

Por supuesto que, más allá de estas cuestiones un tanto filosóficas que puedan presentarse, los protagonistas se ven envueltos en variadas situaciones que, podríamos decir, completan el marco de la “vida del juguete”. A lo largo de la película son desechados, reemplazados, adorados, maltratados; pasan por muchísimas instancias que son reflejadas por los diferentes personajes en situaciones extremadamente hilarantes, y más que en ninguna de las otras películas logran retratar una pluralidad de personalidades y actitudes muy rica y heterogénea.

Y es que justamente, si Pixar tiene una característica que la distingue de las demás, es la precisión y atención que presta al diseño de sus personajes, algo que, en esta ocasión, reditúa de distintas maneras. Por un lado están aquellos que ya conocemos (Buzz, Woody y compañía), que logran desarrollar nuevas facetas de sus personalidades, sin repetir los mismos chistes y las mismas situaciones constantemente, algo que sí ocurre con otras sagas animadas (*cof*¡Shrek!*cof*). Y a ellos se suma una nueva gama de juguetes, que van desde un puercoespín que cree estar interpretando un papel teatral al “hacer” de juguete, hasta el hallazgo de Ken (con una formidable actuación de Mike Amigorena prestando la voz) a quien dotan de un universo de actitudes y complejos formidable.
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Ser donados a la guardería "Sunnyside", uno de los posibles desenlaces de estos juguetes

Ahora bien, con todo esto en mente, cabe preguntarse si estamos ante el mejor logro cinematográfico de Pixar. La respuesta es… no, pero por muy poco. Se pueden encontrar algunos puntos criticables, las cuales son pequeñeces pero que allí están, como algunas escenas un tanto largas, cuyo desenlace pierde un poco de fuerza, o algunos momentos en que se nota demasiado esfuerzo en querer emocionar al espectador, casi ejerciendo cierta presión. Incluso, hilando muy fino, podríamos decir que tiene una estructura básica un tanto similar a la segunda (ok, hilando muy fino). Pero estos detalles palidecen y se esfuman rápidamente frente al enorme disfrute que implica presenciar esta película.

Ya desde el comienzo se notan ciertas diferencias con lo que quisieron contar en sus últimas realizaciones (Wall-E o Up, por ejemplo) donde, por más que geniales que sean, se nota que la moraleja o el mensaje que quieren dar termina ganándole a la historia y a sus personajes, quedando estas dos facetas de la película relegadas. Toy Story 3 mantiene la frescura de la primera, el estilo del Pixar de Monsters Inc. o Los Increíbles, donde una buena historia llevada adelante por buenos personajes era el punto central, y sus distintas vivencias eran consecuencia de esto, y no al revés.
No nene, eso no se come.

No nene, eso no se come.

Mucho más que simples juguetes

Esta historia, los personajes y sus vivencias llegarán a cada uno de distintas maneras. Para quienes hemos seguido la saga desde sus inicios (recuerdo como si fuera ayer haber ido al viejo cine “Los Ángeles” con mi abuelo, hace ya 15 años) verdaderamente se siente muy presente este “final de un ciclo” que viven los protagonistas. Al igual que Andy, ya no somos chicos, el tiempo y las responsabilidades fueron dando lugar a otras cosas y (por más alma de niño que podamos mantener) es imposible no sentir cierto dejo de nostalgia al ir presenciando las distintas situaciones que atraviesan los juguetes en la historia.

Y el film capitaliza esta nostalgia, y nos transporta a otra época en que éramos niños, a ese instante en que nos maravillamos con la primera entrega de la saga o en la que nuestros propios juguetes también vivían aventuras con nosotros, similares a las que Andy protagonizaba con los suyos.

De esta manera, Pixar cierra este ciclo de vida de los juguetes, enmarca también una etapa de nuestras propias vidas, y lo logra sin perder ni un ápice de la calidad, la gracia y la fantasía que demostraron desde su primer largometraje, y que siguen permaneciendo intactas hasta hoy.