Toy Story 2

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

Los súper juguetes duran todo el verano

Con la versión en 3D de Toy Story 2 (1999) ocurre algo similar a lo que sucedía con la primera parte: la posibilidad de disfrutar en pantalla grande de este clásico de la animación resulta más interesante que la misma adaptación tecnológica. Por suerte los responsables del proceso de digitalización respetaron ambos films y evitaron “retocarlos” para agradar a los más chicos y/ o acercarlos injustamente a los patrones contemporáneos (práctica común en estos días en lo que se refiere a relanzamientos). Sin necesidad de tales menesteres, casi sin quererlo la extraordinaria secuencia de acción del inicio aprovecha por sí sola el 3D.

Para aquellos que no lo recuerden, la historia en esta oportunidad deja de lado el esquema de las “buddy movies” y reproduce la estructura de la original haciendo un enroque central: ahora es Woody (Tom Hanks) quien se aleja involuntariamente de la casa de Andy (John Morris) y debe ser rescatado por una cofradía muy llamativa conformada por el Señor cara de papa (Don Rickles), el perro Slinky (Jim Varney), el dinosaurio Rex (Wallace Shawn) y el cerdito- alcancía Hamm (John Ratzenberger). Al mando del inefable Buzz Lightyear (Tim Allen), los juguetes tendrán que vérselas con el coleccionista Al (Wayne Knight).

Si antes el énfasis conceptual estaba puesto en los conflictos que acarrea la amistad durante la infancia, aquí el tono del relato se oscurece al sumergirse de lleno en los cambios inevitables que llegan con la adultez. La metáfora de la transformación temporal se nota sobre todo en la presencia de dos personajes humanos: uno es Emily, la que alguna vez fue “dueña” de Jessie (la nueva compañera de Woody), y el otro es el propio coleccionista, dedicado al remate de piezas invaluables (dueño además de una juguetería). La primera representa la “evolución natural” y el segundo la traición total de los principios infantiles.

Ya sea por crecimiento o búsqueda de usufructo, los protagonistas se enfrentan a la contingencia de quedarse solos: por supuesto que la solución es una nueva exaltación del cariño entre marginados. Con hilarantes referencias a Jurassic Park (1993) y El imperio contraataca (The Empire Strikes Back, 1980), una trama plagada de gags maravillosos, un guión mucho más dinámico y una mejoría general en los CGI, esta secuela de John Lasseter por momentos hasta supera a Toy Story (1995). Como en el cuento de Brian Aldiss, el encanto de estos “muñecos con vida” pasa por la aceptación de su destino imperecedero...