Tótem

Crítica de Ernesto Gerez - A Sala Llena

A simple vista podemos reconocer el estilo contemplativo de la directora Franca González. Pero lo interesante es que logra que su contemplación no genere una narración pesada. Recorremos Tótem plácidamente de punta a punta; incluso con sorpresas propias de una ficción, al menos para los que no conocíamos la historia. Y seguramente seamos muchos, porque si hay algo que pasa desapercibido en la ciudad es la Plaza Canadá. Y justamente allí se erigía el tótem realizado 50 años atrás por Henry Hunt, miembro de la tribu Kwakiutl del norte de Vancouver.

Elaborado en una pieza única de 4 toneladas y 21 metros de altura, fue ofrendado a la ciudad en 1964 por el país que da nombre a la plaza. Permaneció allí por más de cuatro décadas hasta que, en un acto insólito de torpeza profesional, fue arrancado y descuartizado por el gobierno porteño. Claro que la culpa no fue sólo de la administración de aquel momento (que es también la actual), el tótem nunca recibió mantenimiento durante el lapso que estuvo emplazado.

Unos años más tarde, el GCBA trató de enmendar el pecado y le solicitó a uno de los hijos del realizador del original que creara un nuevo tótem. Esta suerte de pedido de disculpas internacional fue muy bien recibido por Stan Hunt, quien incluso aclara en el documental que ese sería el trabajo más trascendental de su vida. Y Franca nos muestra el proceso de creación de tan mística obra llevándonos de paseo por una Vancouver verde y relajada, con pájaros cantando y salmones de primera, mientras la voz de Stan nos guía cálidamente en este viaje documental y espiritual.

Franca logra acomodar las piezas de tal manera que logra una película que en ningún momento cae en didactismos infantiles ni berretas bajadas de línea. Las conclusiones y las posturas las asume el espectador. Los planos del documental conllevan un fuerte vínculo con las artes plásticas, uno de los temas centrales de la película; porque esos postes tallados no son otra cosa que representaciones plásticas de la mitología tribal.

Y así, gracias a Tótem, nos enteramos de que bien cerca tenemos una genial obra de arte que visitamos poco, hija de otra que la desidia le otorgó el peor final. Esperemos que la presencia del nuevo tótem y su buena energía nos hagan querer un poquito más los tesoros de nuestro descuidado espacio público.