Torrente 4

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Incorrección sin límites

El ex policía se mueve entre prostíbulos y cárceles.

Seamos sinceros: la corrección política no se lleva bien con el cine; mucho menos, con las comedias. José Luis Torrente, personaje creado e interpretado por Santiago Segura, no tiene, felizmente, afanes pedagógicos. Tampoco pretensiones de generar empatías: tal vez por esto, o tal vez porque las genera muy secretamente, arrastra multitudes. Su propuesta tiene algo de goce dionisíaco, de catarsis irreflexiva y primaria. “Por suerte, no todo el mundo se parece a Torrente; apenas la mayoría”, explica Segura.

En todo caso, a esta altura, a Torrente se le puede criticar su fidelidad a sí mismo: sigue siendo xenófobo, racista, homofóbico (aunque sea fanático de las pajillas con amiguetes en el asiento delantero de su auto), retrógado, vil. En esta cuarta entrega, que no se impone fronteras morales ni de buen gusto, él se mueve en un territorio propicio: prostíbulos y cárceles de una España empobrecida, en crisis, más intolerante que nunca.

Allí está Torrente, antihéroe y perdedor (lo que hace más “tolerable” a su discurso), luchando contra niños por comida de la basura, durmiendo con travestis feroces en la vereda, subalquilando un pequeño departamento a una multitud de sudacas. En su monólogo inicial, nostálgico, ante la tumba de El Fary, lloriquea: “Ahora, Fary, los maricones se casan. Los socialistas arruinaron a España. Y en la Casa Blanca han puesto a un negro. No para limpiar, sino como presidente. Sólo falta que pongan a una tía. Eso sí, el año pasado ganamos el Mundial. Pero no importa: eran casi todos del Barsa ”.

La película, tridimensional, con efectos especiales sofisticados -que contrastan con la precariedad de personajes impresentables- arrastra a Torrente a un presidio, donde abundarán las parodias a películas como La gran evasión o Escape a la victoria . El cenit es un partido de fútbol entre un equipo del director penal, formado por jugadores del Real Madrid, como Gonzalo Higuaín, frente al dirigido por Torrente, con camisetas del Aleti y un arquero tullido. El Kun Agüero queda afuera por “no entender nada de fútbol”, según palabras del técnico/ex policía, quien manda a un vasco (“A tí te gusta la violencia, ¿no?”) a quebrar a un jugar negro de su propio equipo.

Aunque en el humor torrentiano predominan -como siempre- los trazos gruesos, Segura confirma su agudeza para captar conductas sociales. Y su talento como actor: Torrente podría tener su correlato en cualquier país y, sin embargo, es casi imposible imaginarlo sin la impronta de Segura. Es probable que los defensores de la delicadeza y el vanguardismo le opongan reparos a esta película. Seguramente, tendrán razón. Es una pena... para ellos, que no podrán disfrutar a pleno de una propuesta para reírse de lo que no hay que reír y que, por lo tanto, causa más risa. Desde luego: sensibles abstenerse.