Topos

Crítica de Julio Nakamurakare - CineFreaks

Los de arriba y los de abajo

En términos generales (muy amplios, en realidad), Topos, el debut en el largometraje de Emiliano Romero, entraría en la categoría de Cine Fantástico. Si nos atenemos a los premisas básicas del género (tanto en literatura como en otros lenguajes expresivos), una obra es “fantástica” si los elementos de horror o sobrenaturales tienen un fuerte anclaje en la realidad. Es decir, la intención es lograr que los lectores/espectadores tengan la sobrecogedora, poco tranquilizadora sensación de que los hechos narrados bien podrían ser reales o plausibles.

Topos, analizada muy por arriba, pertenece al género fantástico pero también se sumerge en las pantanosas aguas del surrealismo con un fuerte contenido social.

En Topos -al igual que en la magistral Gosford Park (Robert Altman, 2001)- hay un arriba y hay un abajo. Abajo, en medio de impenetrables túneles, vive una sociedad (secreta, se supone) de “topos”, mientras que arriba funciona una academia de danza.

La metáfora, de tan clara, se vuelve nimia, y no ofrece al espectador ninguna, absolutamente ninguna chance de deshilvanar nada, contrariamente a lo que sucede en una buena fábula sobre el retorno de alguien que retoma sus pasos madeja en mano. En Topos no hay ni siquiera un piolín. No hace falta.

Eso sí, no se puede acusar al guionista-director Emiliano Romero de caer en la sempiterna trampa de cierto cine argentino en el cual se explica lo más obvio con meticulosa atención. En Topos la transparencia del mensaje la brindan, entre otros elementos, el excelente trabajo de diseño artístico, decorados, iluminación y maquillaje.

La ruptura del status quo de las dos sociedades de Topos se produce cuando el hijo del líder de los de abajo aspira a subir al arriba, para estudiar en la escuela de danzas. La oposición paterna -por filiación y por liderazgo- se hace sentir con un estruendo, y nuevamente la metáfora deja de ser metáfora para convertirse en obvia representación.

¿Los de abajo, los marginados en las madrigueras, deben bailar y bailar para lograr la tan ansiada movilidad social? Cualquier parecido con la realidad mediática actual es mera coincidencia.

De todos modos, a pesar de un buen guión con sólo algunos baches narrativos, Topos no puede ser tildada de “mala”, ni siquiera de “regular”. Es un producto extraño, ecléctico (confuso, tal vez), casi inclasificable. En medio de este collage de esquemas narrativos y estéticas de representación, se destaca la magnífica labor de Lautaro Delgado, irreconocible bajo una capa de maquillaje que recuerda al de Natalie Portman en El Cisne Negro de Darren Aronofsky (2010).