Topos

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Lo primero que se debería aclarar de este filme es que comienza de manera pretenciosa, sobre todo desde lo estético, para continuar entre confuso e incoherente desde lo narrativo, para terminar como una disquisición inocua, fútil, muy cercana a la estupidez.

Una alegoría aparente desplegada en espacios no convencionales, como los son los subsuelos, en contraposición al mundo de la superficie en una ciudad pero de manera atemporal. Lo cual podría significar una oferta inusitada o renovadora en la producción del cine nativo.

Forzados a una subsistencia sórdida, casi bestial, teniendo los personajes que desplazarse por túneles sinfín, tal cual la producción “Moebius” (1996), con un limite estipulado por al altura del techo emplazada a un metro del piso.

Arriba funciona una academia de baile, dirigida por el personaje compuesto por Gabriel Goity, cuyo docente más acabado es Reznicoff, jugado por Leonor Manso.

Es una escuela de elite, donde el mayor énfasis se pone en el perfeccionamiento de las técnicas de los alumnos/bailarines, entre los que se encuentra Enzo (Osqui Guzman).

Toda la primera parte se pierde en la presentación de los espacios y de los personajes, pero sólo la mera presentación pues no hay construcción, ni motivación, ni historia.

El relato en definición coloquial comienza cuando uno de los Topos (Lautaro Delgado), al mismo tiempo que uno de sus líderes, escucha que un nuevo alumno, al que sólo se lo conoce por referencia verbal, llegará a la clarificadora escuela de danza que se encuentra arriba de ellos.

Él intentará secuestrar al nuevo alumno con la intención de suplantarlo, y esto es lo que plantea intencionalidad, motivación y elementos constructivos de la historia que pretende contarnos, y así podrá dilucidarlo el espectador si a esta altura no se retiro de la sala o no se ha quedado dormido.

La segunda le dará la posibilidad el sujeto observante de recuperar el estado de vigilia y encontrarle al filme algunos atributos, sobre todo en cuanto a la dirección de arte, y específicamente a la fotografía.

También hay un intento de instalar un discurso “progre”, realizado a partir de querer abarcar infinidad de historias, todas relacionadas a los derechos humanos

El director Emiliano Romero apela a un supuesto desarrollo visual para sustentar su historia, con buen diseño de luz, posiciones y movimientos de cámara.

Lo que parece inadmisible es lo que sucede con las actuaciones. El tono caricaturesco que se les impone a los actores los desdibuja por completo, sólo salva las papas del fuego Oski Guzman, los demás hacen lo que pueden, demostrando que son grandes actores, pero que la batuta en cine la tiene el realizador, más allá del empeño que pongan.