Topos

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Solvente debut en la ciencia ficción

No es habitual que los directores argentinos incursionen en el género fantástico. Topos , película de Emiliano Romero premiada en un par de festivales internacionales (San Pablo, Nueva York), aparece como un film por destacar en el marco de una tradición hasta hoy modesta y ciertamente titubeante. La película de Emiliano Romero prueba que es posible animarse a adentrarse en ese terreno poco explorado sin necesidad de contar con un presupuesto exorbitante y, más interesante aún, le otorga a la actuación un rol preponderante sin descuidar el trabajo de puesta en escena. Es común que la puesta y los efectos especiales tengan en películas de este tipo un papel excluyente y que se condene a los actores a funcionar como meros instrumentos que giran en torno a esas ideas, que sean simplemente funcionales.

No es el caso de esta historia barroca, grotesca y oscura, en la que un grupo de personajes marginales (los topos del título) vive de las sobras de la sociedad de la superficie, donde las cosas tampoco funcionan de un modo de todo armónico. El protagonista de la historia es un joven retraído que decide salir de esa vida subterránea e integrarse a la que espía desde hace años, marcada por las vicisitudes de una exótica escuela de danza regenteada por dos extravagantes personajes interpretados por el Puma Goity y Leonor Manso, que parecen escapados de una película de Jorge Polaco. Allí, ese joven, hijo del líder de la resistencia de esos marginales que sufren los sinsabores de cualquier proletariado, encuentra una compañera que se asocia en su módica aventura y va sufriendo una transformación simultánea, mental y corporal. Lautaro Delgado resuelve el desafío que supone este inusual papel con notable solvencia. Trabaja esa metamorfosis con el cuerpo y la gestualidad hasta volverla completamente creíble. Es en ese trabajo, apoyado por el de actores de reconocida solidez provenientes del ámbito del teatro -Pompeyo Audivert, como un inquietante preceptor, María Figueras, en el rol de una intensa ninfómana, Mauricio Dayub, en la piel del tenaz padre del protagonista, Osqui Guzmán, encarnando a un alumno aventajado que es desplazado por el recién llegado- donde Topos encuentra la base de apoyo para el desarrollo de una historia que más de una vez se deja tentar por la simple alegoría, pero también avanza con un ritmo narrativo firme, decidido y logra provocar angustia con su humor negro, cargado de sordidez.