Tomorrowland

Crítica de Néstor Burtone - Otros Cines

Dos películas en una

Hay al menos dos películas en Tomorrowland. La primera de ellas, la buena, comienza presentando a un chico que, en 1964 visita la Feria de las Naciones de Nueva York con el prototipo de un propulsor aéreo a cuestas. No consigue financiación, pero sí el pasaporte para ingresar a un universo paralelo y futurista, ubicado en espacio y lugar inciertos, donde se concentran jóvenes creativos de todo el mundo.

El film saltará hasta la actualidad, cuando la hija de un futuro ex empleado de la NASA (Britt Robertson) recibe una invitación similar. El problema es que aquel mundo dejó de existir por distintas situaciones que se explicitan en el film, obligándola a aliarse con el ex niño prodigio devenido en científico loco (George Clooney) para resurgir de las cenizas a aquel paraíso del conocimiento.

Durante esta parte, Brad Bird (El gigante de hierro, Los Increíbles, Ratatouille, Misión: Imposible - Protocolo fantasma) construye una fábula de aventuras ambientada en un universo de ciencia ficción digno de la primera Hombres de Negro, con la pareja protagónica huyendo de sus perseguidores robots mientras intentan develar el misterio de lo ocurrido.

Los problemas comienzan en la segunda mitad, cuando el coguionista Damon Lindelof (Lost, The Leftovers) tome el control de la historia y desplace la comedia para abrazar un tono mucho más grave digno de las historias falsamente enrevesadas de Christopher Nolan, con tendencia a la sobre explicación y un final aleccionador y moralista incluidos, convirtiendo a Tomorrowland en un 2 x 1 que, contra toda lógica, no termina siendo demasiado negocio para el espectador.