Tomorrowland

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Otra película que no fue es Tomorrowland, una fábula spielbergiana con chicos soñadores, utopías futuristas y fantasía. En el adjetivo spielbergiano está su punto flaco: al guión le falta sensibilidad y le sobra moraleja para acercarse a las bondades del maestro Spielberg y a la dirección de Brad Bird (especialista en películas de animación como Los increíbles o Ratatouille y autor de la peor Misión imposible: Protocolo fantasma) le falta firmeza y le sobran acrobacias.

La película está co-escrita por Damon Lindelof, uno de los showrunners de Lost, y parece heredar de esa serie lo retorcido de la trama. Pero mientras en Lost ese era el encanto –para mí era un encanto pero entiendo que irritaba particularmente a los detractores-, la historia de Tomorrowland pedía clasicismo y sensibilidad. Algo que sí tuvo, por ejemplo, Súper 8, otra película spielbergiana dirigida por otro ex Lost: J. J. Abrams.

Es difícil contar el argumento de Tomorrowland sin que parezca más estúpido de lo que es y sin revelar partes de la trama. Es que uno de los mayores defectos de la película es que va dosificando la información por cuentagotas y el espectador recién entiende lo que ocurre pasada la mitad, como si Bird no confiara en mantener nuestro interés mediante armas genuinas (o como si los ejecutivos de Disney no confiaran en Bird; hacen bien, por algo llegaron a cortar el bacalao en Disney). Baste decir que hay una especie de sociedad utópica que debe ser salvada de la destrucción por niños soñadores y optimistas y que un grupo de personas irá a reclutar a una joven (Casey, interpretada por Britt Robertson) soñadora y optimista. Suena más tonto de lo que es.

Hay algunos jirones de ideas –la inocencia perdida, el amor en la infancia, las relaciones entre padres e hijos– que vuelan por ahí sin que el guión sea capaz de atraparlas y desarrollarlas, mientras se pierde en una trama que exagera los misterios y que cuando los devela es aún peor. Y tampoco funciona abandonarse a las imágenes: algunos momentos de acción están bien diagramados (son originales, diferentes) pero no tan bien llevados a cabo. Es imposible no ver en Brad Bird a un manipulador de imágenes animadas que no sabe manejarse con cuerpos reales que, a diferencia de los dibujos animados, se manejan con las reglas de la gravedad.

Pero más allá de todo esto, está Raffey Cassidy. Esta inglesita de doce años que apenas tuvo unos pequeños papeles en Sombras tenebrosas de Tim Burton, en Blancanieves y el cazador y en alguna que otra serie, interpreta a Athena, la niña que no envejece y es enviada a reclutar a Casey. Lejos lo mejor de la película, dueña de una picardía y una mirada expresiva, que hasta tiene unas escenas de pelea a lo Chloë Grace Moretz en Kick-Ass (aunque Bird no es Matthew Vaughn, claro), Raffey Cassidy será una estrella. Aunque esta película no le hace justicia, el tiempo está de su lado.