Tom y Jerry

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Pálido regreso de estos míticos personajes de la historia grande de la animación.

Creados en 1940 por William Hanna y Joseph Barbera, Tom y Jerry tuvieron una primera etapa con 114 cortos que le valieron a la MGM siete premios Oscar. Otros 50 cortos, un largo en 1992 (¡en el que hablaban y eran amigos!) y más de una decena de producciones destinadas al mercado hogareño completan los antecedentes audiovisuales de una de las parejas más famosas de la historia de la animación.

Su nueva llegada al cine es otro síntoma de la carencia absoluta de ideas que atraviesa Hollywood. Sin llegar a los extremos del bochorno que fueron los regresos de El Oso Yogi (2010) y El Pájaro Loco (2017), se trata de una película hecha con las mismas ganas con que se hace un trámite en una oficina pública, un ejercicio pensado únicamente para acercar estos personajes a nuevos públicos.

Se sugiere a los fanáticos de los cartoons originales que por favor se abstengan de presenciar cómo la trituradora de incorrección hace pedazos la violencia brutal del depredador hacia su presa. Donde antes había, entre otras delicias, decapitaciones y electrocuciones, ahora hay, con suerte, golpes y arañazos. El sadismo de antaño... bien, gracias.

Situada en Nueva York, la trama comienza apenas Jerry llega a un hotel en vísperas de un evento de relevancia. Pocas cosas más desagradable que un roedor dando vueltas por la cocina mientras allí se prepara un voluminoso banquete ¿Cómo evitarlo? Contratando a un gato para que cace al ratón, algo que obviamente no ocurrirá.

La película falla en todos sus aspectos. Sin gracia ni timing cómico y con un diseño de animación inusitadamente endeble para los estándares actuales, se trata de un universo muy parecido al de ¿Quién engañó a Roger Rabbitt?, con hombres y mujeres de “carne y hueso” (Chloë Grace Moretz, Michael Peña, Ken Jeong) y otros animales animados conviviendo a la par. Una convivencia carente de armonía y con nula química: pocas veces las costuras del dispositivo fueron tan evidentes como en los poco más de 100 minutos de esta película fácilmente olvidable.