Tolkien

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

Una biopic muy bien lograda pero diluida, que sirve de manera perfecta para entender de dónde provinieron las inspiraciones del autor literario fantástico más influyente de todos los tiempos.

Las siglas J.R.R.T son sinónimo de calidad, aventura, amistad y compañerismo entre otras cosas. John Ronald Reuel Tolkien es el creador de una de las sagas de libros más influyentes en la historia de la literatura fantástica a partir de sus elaborados lenguajes, complejos mundos ficticios y un desarrollo de criaturas y personajes que lograron ser la envidia de más de un escritor. Esa famosa saga es la de El Señor de Los Anillos, la misma historia que catapultó al estrellato a Peter Jackson con sus tres adaptaciones entre el 2001 y 2003 pero cuyo primer paso fue El Hobbit, el primer gran trabajo de J.R.R. que también llegaría al cine de la mano de Jackson entre el 2012 y 2014. Pero detrás de creatividad de este genio literario hay una historia y eso es lo que viene a contar Tolkien (2019), la biopic centrada en su vida y en sus inspiraciones, en sus relaciones y como influyó en él la primera guerra mundial y el valor de la sabiduría y el conocimiento por el idioma.

Toda esta recreación dramática de su vida está dirigida por Dome Karukoski y cuenta con un guion de David Gleeson y Stephen Beresford. En ella obviamente se mostrará a un John R.R. Tolkien en todas las facetas y etapas de su vida donde es interpretado por Harry Gilby, en su época de niñez y juventud, y por Nicholas Hoult haciendo de un Tolkien más treintañero, avanzado en sus estudios y previo a la primera guerra mundial. Claro que una gran parte de su inspiración y desarrollo como lingüista profesional tuvo a Edith Bratt (Lily Collins) como gran protagonista, la hija de la mujer que lo adoptó a el y a su hermano, que luego fue su amiga y más tarde su esposa y madre de sus hijos. De todo esto y un poco más es de lo que va Tolkien, la historia de un genio literario.

Hay una falla que este tipo de películas suelen tener, esa es que muy pocas veces se tiene en cuenta al espectador que no conoce la obra del sujeto que esta siendo representado. Por suerte para Tolkien, esto aquí no sucede y tanto el que haya leído sus libros (o visto las películas) puede sentirse inmerso de forma total en la historia. Claro que para los que sean fanáticos de raza del autor se pueden encontrar referencias todo el tiempo ya sean más sutiles o más explícitas. Estas referencias y metáforas están impresas en el relato pero no hacen que la historia pase exclusivamente por ellas, de hecho termina sucediendo todo lo contrario. Claro que no todo es color de rosas, porque como en cada dramatización de una historia real hay detalles que no están reflejados de la vida personal de quién se esta homenajeando. En ese sentido la historia esta bastante diluida y no se mete dentro de las partes más oscuras de la personalidad de Tolkien.

Todo el aspecto estético está logrado de una manera maravillosa, desde los vestuarios hasta las locaciones. La fotografía es un elemento que también ayuda a lograr ese viaje mental hacía el pasado, pero que no parece forzado y produciendo que la inmersión del espectador sea total dentro del relato. Sobre todo en los pasajes donde se representa la guerra, la puesta en escena se asemeja tanto a las películas bélicas de Kubrick (Full Metal Jacket, 1987) o de Coppola (Apocalypse Now, 1979) se produce un shock en quien esta viendo porque es algo que uno no se espera.

Las actuaciones están a la altura de lo que se esperaba y tienen a un Nicholas Hoult y Lilly Collins como máximos exponentes en ese rubro. Ambos brindan una performance excelente y juntos conforman una pareja de ensueño. Ambos logran demostrar y transmitir sus sentimientos con simples miradas y en una película donde el uso y el significado de la palabra es uno de los elementos claves, esas interacciones son fundamentales para no recurrir excesivamente del recurso explícito.

Tolkien no es ni por asomo uno de esos tanques que hace que la industria gane montañas de billetes, pero sin dudas es de las películas que sirven para bajar un poco los decibeles con las producciones pochocleras e intentar ponerse en la piel de quienes han sido los grandes creadores de las historias que hoy el cine se encarga de adaptar. Las películas de El Señor de los Anillos han marcado un antes y un después en la industria y que mejor recomendación que intentar meterse dentro de la cabeza de quien ideó todo ese maravilloso mundo medieval de fantasía.