Tolkien

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Era cuestión de tiempo para que alguien se interesa por un escritor que supo construir todo un universo, con lenguaje propio incluido, que supo desarrollar a través de varios libros y cuentos, no sólo la popular trilogía, El señor de los Anillos. Después de que Peter Jackson trasladara el mundo de la Tierra Media al cine (primero con esa trilogía, luego con El hobbit, que también la convirtió en trilogía), no sorprende que entre las biopics que cada tanto llegan a la cartelera, haya una con el nombre de él: J. R. R. Tolkien.
No quedan dudas de que para haber creado toda esa obra se necesita de una mente muy inspirada.
¿Sería posible transmitir esas cualidades a una biopic, que no pretende más que contar cómo fue que se crearon esos universos, que nacieron desde lo más profundo de la mente de un muchacho pobre al que le gustaban las historias? Bueno, la película que dirige Dome Karukoski no consigue mucho de esa fascinación que la obra de Tolkien ha logrado.
El film narra la historia del joven Ronald, interpretado por Nicholas Hoult, desde que se ven forzado a mudarse con su familia para poco después fallecer su madre y quedar a cargo de una señora adinerada que decide acogerlos. Allí conoce a otra muchacha de procedencia similar, Lily Collins interpretando a una especie de mujer elfa, de quien se enamora.
Al mismo tiempo, la escuela le permite conocer a los hermanos que él elige, con quienes forman un grupo que intentará continuar unido aun cuando la guerra asole y tengan que enlistarse. El film introduce esta línea narrativa desde el principio, como flashazos en los que Tolkien parece ver monstruos pero resultan reales, el propio ser humano sumido en guerra.
Así se van desarrollando las diferentes capas del personaje. El amor, la amistad, la literatura, los tres pilares de su vida. Pronto se podrá ser testigo de cómo comienza a introducir las ideas para un lenguaje nuevo cuyo desarrollo va avanzando. En el medio, claro, habrá algunos dramas por desencuentros o cuestiones económicos.
Y entonces “Tolkien” no termina nunca de salir de las sendas más genéricas de la biopic. Alguna escena un poco más divertida, alguna un poco más inspirada (como el recital al que asiste la joven pareja y no sucede del modo en que lo tenían previsto) y otras tantas más dramáticas. El profesor y escritor que lo descubrirá e instará a seguir estudiando y escribiendo.
Todo se siente narrado de un modo ligero, más interesado en el qué contar que en el cómo contarlo. Las escenas entre Hoult y Collins son las que mayor naturalidad desprenden. Esa historia de amor contenido es de lo mejor que tiene el film a nivel narrativo. Entretenido, a veces simpático, a veces más sensible, “Tolkien” servirá para conocer los orígenes de un escritor que todavía resulta fascinante.
Lamentablemente poca de la magia que supo narrar se encuentra en cómo está contada su vida acá; aunque haya algunos atisbos con ciertas imágenes que lo prometían nunca parece terminar de adentrarse en la cabeza del escritor. El resultado es apenas correcto y funciona como homenaje.