Todos tenemos un plan

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

Príncipe y Mendigo

Las expectativas eran altas, sin duda. Es raro que un actor que está viviendo un momento destacado dentro de la industria hollywoodense, acepte participar de una ópera prima argentina en un momento no demasiado “iluminado” del cine nacional. No es la primera vez, que una figura extranjera viene a filmar a nuestro país, una obra dirigida por un artista local. Liv Ullman trabajó con María Luisa Bemberg en La Amiga, Jeremie Rennier sin ir demasiado lejos protagonizó Elefante Blanco de Pablo Trapero junto a Ricardo Darín. Ni hablar de los españoles que vienen constantemente al país y viceversa, pero el caso de Mortensen es más llamativo. Dejemos de lado el tema que vivió mucho tiempo en el país, su fanatismo por San Lorenzo y su perfecto dominio del castellano a lo porteño, Viggo, está construyendo una interesante filmografía al lado de David Cronenberg, se da el lujo de elegir proyectos con grandes presupuestos o más íntimos, pero protagonizar un film nacional era un sueño lejano.

Ana Piterbarg lo consiguió, y el resultado es tan ambigúo como la propuesta. La historia de dos hermanos que intercambian vidas, aprovechando su cualidad de mellizos se viene llevando al cine desde los albores del mismo. Sin embargo en Todos Tenemos un Plan, lo que más se destaca es una intención por parte de la realizadora por crear atmósferas siniestras, por enrarecer el relato a través del clima, por no venderse hacia los requerimientos del cine comercial, respetar los tópicos del cine negro, pero sin ridiculizarlo, encontrando un timing adecuado, lento, denso, pero adecuado para la propuesta.

Existe un riesgo en la propuesta, que forma parte de la ambigüedad misma del relato: pretender transmitir un misterio con las preguntas ya resueltas, con los personajes en primer plano, pero a la vez que otras preguntas queden sin resolverse, haciendo partícipe al espectador de la ambigüedad del protagonista, que está lejos de ser un héroe clásico, y se parece más al protagonista de un film de Hitchcock. Un hombre que es confundido con otro y por tanto debe enfrentarse a lo que heredó del mismo, en este caso, su mellizo. Claro, que el personaje busca también su destino y de ahí su complejidad, porque no acaba de ponerse al espectador en el bolsillo (de hecho podríamos relacionarlo como una mezcla del protagonista de Cuentame tu Vida con el de El Hombre Equivocado). Piterbarg logra generar una distancia prudencial, mostrar el rostro más oscuro del personaje. Da pocos indicios y la información adecuada para construir el personaje y su entorno.

A medida que va desarrollándose la acción, el misterio se incrementa. Viggo Mortensen logra generar una interpretación madura, austera, llena de matices para diferenciar a ambos personajes. Es cierto que las escenas más dialogadas cortan con el clima perpetrado en aquellas donde los silencios dicen más que una conversación, o que una mirada comunica la verdad mejor que el discurso.

Los personajes son inteligentes. Agustín, el protagonista subestima la sagacidad de los mismos, y se agradece encontrarse con personajes que logran razonar sin manifestarlo lo que sienten. En ese sentido, el trabajo de Piterbarg como directora de actores, es notable. La directora apuesta por las expresiones mínimas. Un cuadro congelado en las reacciones logra equilibrar, la frialdad y banalidad de algunos diálogos demasiado explicativos e innecesarios. Justamente, la película pierde interés cuando el texto toma demasiado protagonismo, las metáforas son tan evidentes que no hace falta expresarlas con palabras. La voz en off del personaje de Clara (Sofía Gala Castiglione) es innecesaria y perjudica incluso a la actriz que logra la mejor actuación de su carrera posiblemente, austera, verosimil, inocente, pero al mismo tiempo muy potente. Cuando el personaje toma rol narrativo y moralizador es cuando se vuelve poco creíble. Castiglione es una de las sorpresas del film, a pesar de todo. Por otro lado, el rol de villano a Daniel Fanego, le calza perfecto. Así como en ¡Atraco!, el actor logra comer cada escena, imponiendo presencia corporal incluso sobre una figura como la Mortensen. El trío interpretativo a cargo del protagonista de Una Historia Violenta, Castiglione y Fanego se adapta al clima del film, confirmando un excelente casting.

En un lugar más abajo quedan Javier Godino y Soledad Villamil (ambos intérpretes de El Secreto de sus Ojos) que no tienen personajes adecuados para destacarse un poco más. Los pocos minutos de cada uno, son solventes pero no aportan demasiado a la narración.

La película tiene altos y bajos. Quedan huecos narrativos, algunos impuestos, y que posiblemente no le aportarían mayor información a la historia (justamente el personaje de la esposa de Agustín a cargo de Villamil), pero también hay otras subtramas que inexplicablemente no cierran y generan preguntas que restan verosimilitud al relato (el destino de los hermanos compuestos por Sergio Boris y Alberto Ajaka).

Todos Tenemos un Plan es un film pretencioso por su ambición y su riesgo a no atarse al típico cine industrial, que no busca el público masivo con herramientas fáciles, pero también, como sucedió con El Aura, la recordada obra maestra de Fabián Bielinsky apuesta a generar atmósferas ominosas, gracias a personajes sombríos, fríos, un tono solemne salido de los mejores policiales negros y una geografía muy particular, como la de El Tigre que funciona como quinta protagonista. El río se traga a los personajes, y su rol es realmente muy interesante. Aunque no logra ser tan ambigüa, profunda, filosófica e imprevisible como el film del director de Nueve Reinas, se aproxima bastante al clima. Vale destacar, en este sentido, el aporte de la banda sonora de Federico Jusid y la fotografía de Lucio Bonelli, acompañando un relato que le debe mucho a la literatura de Horacio Quiroga.

La ópera prima de Ana Piterbarg merece ser vista más de una vez. Apuesta por un cine diferente que logre convocar al público masivo con su protagonista, pero también deje contento al cinéfilo más exigente con su arriesgada puesta en escena.