Todo queda en familia

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Gracias por el fuego

A modo de presentación digamos que Rajko Grlic, coguionista, y al mismo tiempo responsable último de esta comedia dramática, parece haber tenido la intención en principio, y valga la redundancia, de sacarle al filme el peso especifico del drama.

En este punto no debiera caerse en creer que por intentar alivianar la cotidianeidad de los sucesos que describe no quedará bien plasmada, desde lo constructivo narrativo, o se pierda la fuerza del discurso que intenta y logra instalar.

Hay mucha más metáfora que la percibida en forma inmediata mientras se observa la proyección.

Vayamos por parte. La ubicación temporal-espacial de la historia no es inocua, ya que el relato principal podría haberse instalado en cualquier época y lugar y tendría el mismo efecto. Es por eso que no me parece ni ingenuo, menos aun insubstancial.

La historia transcurre en la ciudad de Zagreb, en época actual. Lo que da el marco de referencia necesario para poder, en principio y más allá del relato, pensar la película desde una concepción política del texto.

En este punto es dable aclarar que esa es una posibilidad que le otorga al espectador, no sólo en cuanto el contenido, sino también la forma que se estructura lo que se narra.

Temas como el amor, la fraternidad, la infidelidad, la paternidad, el deseo, la culpa, y la posibilidad de redención, tan al alcance de la mano en una sociedad que se convirtió en capitalista, pero que todavía tiene alguna añoranza en algunos aspectos de los tiempos pasados.

El relato se centra en la relación entre dos hermanos. El mayor, Nikola (Miki Manojlovic), todo un asimilado al nuevo sistema social, habiendo vivido en los Estados Unidos es ahora un empresario de éxito, exclusivamente económico. El otro, Braco (Boran Navojec), el menor, es un profesor universitario, aferrado románticamente al viejo modelo, casi como cumpliendo con una parte del mandato paterno.

Es exactamente donde se comienza a contar la historia. En el momento de la muerte del padre, pintor, bohemio, amante de todas las mujeres, sobre todo de aquellas musas inspiradoras de su arte, quien le deja ese legado a sus hijos y estos lo cumplen.

Casados, con amantes, además de encuentros furtivos, no son juzgados ni por las esposas ni por le director, sólo los muestra como ejemplares de una fauna citadina, que bien podría ser en cualquier lugar del mundo occidental, salvo excepciones atravesadas por la política.

El film esta construido casi de manera clásica, donde sólo los cambios de puntos de vista hacen algún quiebre, pero es tan sólida su estructura narrativa y tan consistente el guión, sobre todo en la construcción y desarrollo de los personajes, que tales alteraciones no producen malestar en el espectador.

Tampoco deteriora el hecho que por momentos se transforme en casi una comedia de enredos, pero en el momento justo el texto produce un nuevo giro para acomodarlo nuevamente en ese sistema tan típico de la tragicomedia balcánica.

Esto esta constantemente apuntalado por la banda de sonido. La música nunca deja de estar haciendo juego con la imagen, ya sea de yuxtaposición o de contrapunto, lo mismo que la dirección de fotografía, aunque en este rubro, al estar trabajado casi en su mayor parte en espacios interiores, cerrados, con poco exterior día, pasa a tener más importancia la luz sobre los personajes, y algunos objetos significativos, que los planos elegidos para contar el cuento.

Por supuesto que todo esto se sustenta desde la credibilidad que le dan los actores a sus personajes, sobresaliendo el conocido Miki Manojlovic, el mismo de “Underground” (1995), de Emir Kusturica, y desde entonces casi su actor fetiche. En esta ocasión parecería ser que su personaje fue escrito sólo para él, tal la solvencia de su interpretación.

En síntesis, dos hermanos que se deben uno a otro, se deben dudas, se deben afecto, y hasta se deben la posibilidad de vivir cada uno su vida.

(*) Realización de Sergio Renán, de 1983.