Todo lo que veo es mío

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

El multifacético Marcel Duchamp (Michel Noher) fue un gran creador y vanguardista, con notoria influencia en el movimiento dadá en las primeras décadas del siglo XX, e influyó con su obra plástica y escultórica a otros colegas, tanto europeos como estadounidenses, que tuvo un paso circunstancial por Buenos Aires, viviendo unos diez meses, entre 1918 y 1919.

Por ese motivo los directores de esta producción, Mariano Galperín y Román Podolsky, con esta producción intentan recrear, con los pocos datos que se tienen, esa visita, qué es lo que hizo y para qué vino a nuestro país.

Se sabe que arribó acompañado por una mujer, Yvonne Chastel (Malena Sánchez), aunque se ignora cuál era la relación que los unía. Más tarde llegó también del exterior otra amiga, Katherine Dreier (Julieta Vallina), pasando largas jornadas juntos, pero no vivía con ellos.

Con esta escasa información los realizadores imaginaron la estadía de los tres en la Argentina. Filmada en blanco y negro, con locaciones y vestimenta de aquellos años, con pocos recursos pero mucha creatividad, lograron ambientar la historia y hacernos sentir inmersos en esa época.

Lo que resulta un poco molesto es la no sincronización adecuada entre el movimiento de la boca de los actores respecto de la emisión sonora de los diálogos, ello debido a que el film está hablado en francés pero los texto son dichos por voces en off español.

Los actores cubren adecuadamente a los personajes, se los aprecia cómodos y sueltos, tanto durante las escenas aletargadas, como en las que tienen que desarrollar un mayos desplazamiento escénico conforme a las exigencias de las acciones marcadas.

La narración va y viene en el tiempo, y los podemos apreciar inactivos durante casi todo el día, hasta que Marcel descubre el ajedrez, dedicando sus jornadas para aprenderlo, dominarlo y jugarlo en soledad denotando una gran pasión, hasta que, finalmente, enfrenta a a adversario a los que vence ampliamente. Yvonne lo acompaña en esta aventura en la ciudad, hasta que se cansa y lo abandona.

El film es una mera suposición de lo que vino a hacer Duchamp. Vivir la vida a su modo, sin un plan definido, y pasar el tiempo sin presiones o exigencias. También es un reconocimiento de que semejante artista haya decidido pasar unos meses aquí, alojándose en un humilde departamento intentando, “aporteñarse” un poco y ser un ciudadano más.

El multifacético Marcel Duchamp (Michel Noher) fue un gran creador y vanguardista, con notoria influencia en el movimiento dadá en las primeras décadas del siglo XX, e influyó con su obra plástica y escultórica a otros colegas, tanto europeos como estadounidenses, que tuvo un paso circunstancial por Buenos Aires, viviendo unos diez meses, entre 1918 y 1919.

Por ese motivo los directores de esta producción, Mariano Galperín y Román Podolsky, con esta producción intentan recrear, con los pocos datos que se tienen, esa visita, qué es lo que hizo y para qué vino a nuestro país.

Se sabe que arribó acompañado por una mujer, Yvonne Chastel (Malena Sánchez), aunque se ignora cuál era la relación que los unía. Más tarde llegó también del exterior otra amiga, Katherine Dreier (Julieta Vallina), pasando largas jornadas juntos, pero no vivía con ellos.

Con esta escasa información los realizadores imaginaron la estadía de los tres en la Argentina. Filmada en blanco y negro, con locaciones y vestimenta de aquellos años, con pocos recursos pero mucha creatividad, lograron ambientar la historia y hacernos sentir inmersos en esa época.

Lo que resulta un poco molesto es la no sincronización adecuada entre el movimiento de la boca de los actores respecto de la emisión sonora de los diálogos, ello debido a que el film está hablado en francés pero los texto son dichos por voces en off español.

Los actores cubren adecuadamente a los personajes, se los aprecia cómodos y sueltos, tanto durante las escenas aletargadas, como en las que tienen que desarrollar un mayos desplazamiento escénico conforme a las exigencias de las acciones marcadas.

La narración va y viene en el tiempo, y los podemos apreciar inactivos durante casi todo el día, hasta que Marcel descubre el ajedrez, dedicando sus jornadas para aprenderlo, dominarlo y jugarlo en soledad denotando una gran pasión, hasta que, finalmente, enfrenta a a adversario a los que vence ampliamente. Yvonne lo acompaña en esta aventura en la ciudad, hasta que se cansa y lo abandona.

El film es una mera suposición de lo que vino a hacer Duchamp. Vivir la vida a su modo, sin un plan definido, y pasar el tiempo sin presiones o exigencias. También es un reconocimiento de que semejante artista haya decidido pasar unos meses aquí, alojándose en un humilde departamento intentando, “aporteñarse” un poco y ser un ciudadano más.

El multifacético Marcel Duchamp (Michel Noher) fue un gran creador y vanguardista, con notoria influencia en el movimiento dadá en las primeras décadas del siglo XX, e influyó con su obra plástica y escultórica a otros colegas, tanto europeos como estadounidenses, que tuvo un paso circunstancial por Buenos Aires, viviendo unos diez meses, entre 1918 y 1919.

Por ese motivo los directores de esta producción, Mariano Galperín y Román Podolsky, con esta producción intentan recrear, con los pocos datos que se tienen, esa visita, qué es lo que hizo y para qué vino a nuestro país.

Se sabe que arribó acompañado por una mujer, Yvonne Chastel (Malena Sánchez), aunque se ignora cuál era la relación que los unía. Más tarde llegó también del exterior otra amiga, Katherine Dreier (Julieta Vallina), pasando largas jornadas juntos, pero no vivía con ellos.

Con esta escasa información los realizadores imaginaron la estadía de los tres en la Argentina. Filmada en blanco y negro, con locaciones y vestimenta de aquellos años, con pocos recursos pero mucha creatividad, lograron ambientar la historia y hacernos sentir inmersos en esa época.

Lo que resulta un poco molesto es la no sincronización adecuada entre el movimiento de la boca de los actores respecto de la emisión sonora de los diálogos, ello debido a que el film está hablado en francés pero los texto son dichos por voces en off español.

Los actores cubren adecuadamente a los personajes, se los aprecia cómodos y sueltos, tanto durante las escenas aletargadas, como en las que tienen que desarrollar un mayos desplazamiento escénico conforme a las exigencias de las acciones marcadas.

La narración va y viene en el tiempo, y los podemos apreciar inactivos durante casi todo el día, hasta que Marcel descubre el ajedrez, dedicando sus jornadas para aprenderlo, dominarlo y jugarlo en soledad denotando una gran pasión, hasta que, finalmente, enfrenta a a adversario a los que vence ampliamente. Yvonne lo acompaña en esta aventura en la ciudad, hasta que se cansa y lo abandona.

El film es una mera suposición de lo que vino a hacer Duchamp. Vivir la vida a su modo, sin un plan definido, y pasar el tiempo sin presiones o exigencias. También es un reconocimiento de que semejante artista haya decidido pasar unos meses aquí, alojándose en un humilde departamento intentando, “aporteñarse” un poco y ser un ciudadano más.

El multifacético Marcel Duchamp (Michel Noher) fue un gran creador y vanguardista, con notoria influencia en el movimiento dadá en las primeras décadas del siglo XX, e influyó con su obra plástica y escultórica a otros colegas, tanto europeos como estadounidenses, que tuvo un paso circunstancial por Buenos Aires, viviendo unos diez meses, entre 1918 y 1919.

Por ese motivo los directores de esta producción, Mariano Galperín y Román Podolsky, con esta producción intentan recrear, con los pocos datos que se tienen, esa visita, qué es lo que hizo y para qué vino a nuestro país.

Se sabe que arribó acompañado por una mujer, Yvonne Chastel (Malena Sánchez), aunque se ignora cuál era la relación que los unía. Más tarde llegó también del exterior otra amiga, Katherine Dreier (Julieta Vallina), pasando largas jornadas juntos, pero no vivía con ellos.

Con esta escasa información los realizadores imaginaron la estadía de los tres en la Argentina. Filmada en blanco y negro, con locaciones y vestimenta de aquellos años, con pocos recursos pero mucha creatividad, lograron ambientar la historia y hacernos sentir inmersos en esa época.

Lo que resulta un poco molesto es la no sincronización adecuada entre el movimiento de la boca de los actores respecto de la emisión sonora de los diálogos, ello debido a que el film está hablado en francés pero los texto son dichos por voces en off español.

Los actores cubren adecuadamente a los personajes, se los aprecia cómodos y sueltos, tanto durante las escenas aletargadas, como en las que tienen que desarrollar un mayos desplazamiento escénico conforme a las exigencias de las acciones marcadas.

La narración va y viene en el tiempo, y los podemos apreciar inactivos durante casi todo el día, hasta que Marcel descubre el ajedrez, dedicando sus jornadas para aprenderlo, dominarlo y jugarlo en soledad denotando una gran pasión, hasta que, finalmente, enfrenta a a adversario a los que vence ampliamente. Yvonne lo acompaña en esta aventura en la ciudad, hasta que se cansa y lo abandona.

El film es una mera suposición de lo que vino a hacer Duchamp. Vivir la vida a su modo, sin un plan definido, y pasar el tiempo sin presiones o exigencias. También es un reconocimiento de que semejante artista haya decidido pasar unos meses aquí, alojándose en un humilde departamento intentando, “aporteñarse” un poco y ser un ciudadano más.