Todo en todas partes al mismo tiempo

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Cualquier alternativa posible

Debido a la obsesión del mainstream más pomposo contemporáneo con el motivo de los universos paralelos, algo más que evidente en la seguidilla de Spider-Man: Into the Spider-Verse (2018), de Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman, Spider-Man: No Way Home (2021), de Jon Watts, y Doctor Strange in the Multiverse of Madness (2022), de Sam Raimi, trilogía de la que por cierto sólo resulta interesante la primera película, la animada, no es de extrañar que la comarca semi independiente de Hollywood ahora se aparezca con su propia interpretación del latiguillo ya ampliamente quemado de los multiversos, Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo (Everything Everywhere All at Once, 2022), producida, escrita y dirigida por Dan Kwan y Daniel Scheinert, dúo conocido como los Daniels que en esencia empezó realizando videoclips para gente de lo más mediocre del circuito rockero y popero indie, en sintonía con The Shins, Foster the People, Tenacious D, Passion Pit y The Hundred in the Hands, hasta saltar al largometraje de la mano de la también bizarra aunque superior y más disfrutable Swiss Army Man (2016), ese retrato de la amistad de un hombre varado en una isla desierta, Hank (Paul Dano), con un cadáver reconvertido en herramienta multisuo, Manny (Daniel Radcliffe), opus que a su vez sirvió de preámbulo para la incluso mejor The Death of Dick Long (2019), en esta ocasión de Scheinert en soledad, acerca del óbito del personaje del título -encarnado por el mismísimo cineasta, a pura ironía- como consecuencia explícita de una hemorragia anal por un encuentro zoofílico con un caballo.

La premisa central es tan vieja como el cine y forma parte del rubro centrado en los viajes en el tiempo, los castigos sarcásticos, las mundos contingentes y las maldiciones en cadena de nunca acabar, ahora una serie de universos que tienen por núcleo las decisiones de cada ser humano en tanto alternativas que se dan en la rauda conjunción entre voluntad particular y líneas causales/ azarosas/ contrastantes/ grotescas del entorno inmediato. Evelyn Quan Wang (Michelle Yeoh) es una inmigrante china demasiado quejosa e insoportable que vive en Estados Unidos junto a su parentela y administra una lavandería a la par de su esposo, un tarado importante llamado Waymond (Ke Huy Quan) que se quiere divorciar, clan que se completa con la única hija de ambos, la gorda, lesbiana y amargada de Joy (Stephanie Hsu), en pareja con la ultra bobalicona Becky Sregor (Tallie Medel), y el padre conservador y demandante de Evelyn, Gong Gong (James Hong). El negocio está siendo auditado por la inspectora fiscal Deirdre Beaubeirdre (una genial Jamie Lee Curtis, sin lugar a dudas lo único bueno del bodrio insufrible en cuestión) y es precisamente en una visita a una sede del Servicio de Impuestos Internos de Estados Unidos cuando una acepción de su marido de un enclave algo distante la elige como una especie de salvadora de todos los universos por ser un fracaso viviente en todo sentido símil condición sine qua non para retomar lo mejor de las muchas Evelyns alternativas y sus habilidades guerreras contra una Joy que mutó en la supervillana Jobu Tupaki y creó una rosquilla que puede destruir el acervo existencial.

Sinceramente Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo rankea en punta como uno de los films más decepcionantes del año, un trabajo que podría haber sido maravilloso pero que aburre a más no poder en sus muy excesivos 140 minutos de metraje repletos de escenas tontas videocliperas o cuasi publicitarias, instantes melodramáticos maniqueos, pasos de hilaridad delirante que generan indiferencia y en especial momentos cargados de CGIs invasivos que pretenden pasar por loas nihilistas al absurdo pero terminan cansando por las múltiples redundancias retóricas sobreexplicativas, el ensalzamiento insistente de la familia fragmentada de hoy en día y la típica falta de paciencia del cine actual, sin siquiera ofrecer una mínima secuencia de transición entre un mundo/ ecosistema y otro en lo que parece ser una retahíla inconexa de sketchs desabridos y para colmo inspirados en colectivos y shows de comedia más atractivos, como los Monty Python. El film no sólo es moralista, caótico, meloso, torpe y grandilocuente por el simple apego a la exageración sin riqueza conceptual de fondo y muy cercana a las montañas rusas más huecas, sino que recae una y otra vez en la ridiculez autoparódica involuntaria de pretender alejarse del mainstream de aventuras infantilizado de superhéroes recuperando sus recursos y compulsiones como si de un espejo se tratase, planteo que nos deja con un par de realizadores que no saben pisar el freno para que pueda generarse empatía con personajes de por sí caricaturescos y pobretones y para que pueda “disfrutarse” en serio este cúmulo de referencias a las otras versiones de Evelyn.

La película retoma constantemente el metalenguaje de The Purple Rose of Cairo (1985), del querido Woody Allen, Angustia (1987), de Bigas Luna, y Last Action Hero (1993), de John McTiernan, aquel bullet time de The Matrix (1999), de Larry y Andy Wachowski, y las coreografías de Yuen Woo-ping, el mix de Jackie Chan entre slapstick y wuxia farsesco, la parodia antiburocrática de Brazil (1985), de Terry Gilliam, la imaginación iconoclasta de René Laloux, Alejandro Jodorowsky o Jonathan Glazer, el diseño de producción de The Cell (2000), de Tarsem Singh, las reflexiones sobre la memoria de Total Recall (1990), de Paul Verhoeven, el surrealismo hiper onírico y melancólico del trío compuesto por Spike Jonze, Charlie Kaufman y Michel Gondry, el jolgorio de las osadas batallas del anime y el manga, cierto sustrato anárquico de los collage films a lo What’s Up, Tiger Lily? (1966), de Allen, Dead Men Don’t Wear Plaid (1982), de Carl Reiner, y Kung Pow! Enter the Fist (2002), de Steve Oedekerk, y por supuesto clichés vinculados con los viajes en el tiempo y/ o las dimensiones paralelas de convites como Groundhog Day (1993), de Harold Ramis, Donnie Darko (2001), de Richard Kelly, Los Cronocrímenes (2007), de Nacho Vigalondo, Looper (2012), de Rian Johnson, y Predestination (2014), de los hermanos Michael y Peter Spierig, entre muchas otras. Tal es el volumen de sonseras varias lacrimógenas, secuencias interminables de acción, clímax que no son clímax y refritos satíricos de otros films, que el trabajo de Kwan y Scheinert conduce siempre al tedio bajo cualquier alternativa posible…