Todo el año es navidad

Crítica de Victoria Leven - CineramaPlus+

Este viaje cinematográfico del excelente documentalista argentino Néstor Frenkel nos sumerge en un acontecimiento tan naturalizado como extraño a la vez: la navidad y sus mitos. En este caso el objeto de la observación es la icónica figura de “Santa Claus”, “Papá Noel” o el mágico señor de barba blanca que nos traía los regalos en la infancia.

A partir de su iconografía histórica: el traje, el cabello, la barba, las botas, la sonrisa, la carcajada navideña y muchos otros detalles más una serie de “Papás Noeles” se hacen presentes en el relato a través de distintos hombres con sus cuerpos dispuestos a reconstruir la fantasía de diciembre. Como buenos trabajadores de la vida cotidiana se ponen la escena al hombro y reviven por un rato aquel mito navideño de antaño.

La narración de Frenkel abre con un homenaje de singular calibre cinéfilo. Un fragmento de material de archivo nos deja ver una secuencia de otro filme. En blanco y negro vemos dos niños mirando al cielo que se preguntan por tan mágica visión – ¿No te parece un ángel? ¿Mirá ese? ¿No es Santa Claus?. Y es que creen verlo entre las nubes. Pero es cierto, allí está, mirando hacia la tierra y hablando con el arcángel Miguel que le indica ni más ni menos que bajar a la brevedad. Santa pregunta confundido: ¿Tan lejos de Navidad? y el arcángel responde: Es que te olvidas! Todo el año es navidad. Títulos.

Raúl Rossi encarna a este Papa Noel de los años sesenta en la película Todo el año es navidad de Román Viñoly Barreto, y Frenkel nos remite en esas imágenes elegidas a un cine popular, secular, lleno de las fantasías casi ingenuas, pero que hoy con más tecnología y menos tiempo, aún siguen vigentes.

El documental nos acerca a la punta de la nariz la constitución aún vigente del mito con los rituales que construimos en torno a él. Frenkel nos empuja con inteligencia a un viaje de evocación, a un mirar en pasado y presente para observar la humanidad de estos hombres que hacen de “otro hombre ausente”. Entonces, el mito es una buena excusa, genuina y singular, para observar otra faceta de nuestra condición humana a través del cristal de un hombre imaginario a todos los hombreas reales.

Obsesionado por Santa y sus variables, se nos presenta un hombre tras otro, un personaje tras otro, un tipo de Papá Noel diferente en cada caso, tantos, como el sujeto real que lo encarna. Si la similitud es la barba blanca, el traje, la panza, el cabello, o las botas acá queda eso como parte de la superficie ya que cada uno de estos “Papá Noeles” anidan personalidades muy diversas, historias personales claramente divergentes, y hasta trabajos a los que se dedican (por fuera del navideño) muy distintos unos de otros. Así, la idea de que hay UN SOLO Papá Noel, se cae al vacío en 15 segundos. Cuando se multiplican las facetas y los sujetos que lo encarnan, aquel ausente imaginario se transforma en todas las versiones de sí mismo.

Tan distintos y opuestos a la vez, ellos nos dejan en claro que la realidad se aleja de la idealización de un mágico hombre de rojo que viene de lejanas tierras, aquella narrativa que nos inculcaron en la infancia. Esa misma trama de la que fuimos cómplices repitiendo a nuestros descendientes las idénticas alegorías un poco y sin duda, de cartón pintado.

Las escenas con los protagonistas dejan entrever en cada uno, un sueño, una fantasía, una necesidad interior en el deseo de ser ese personaje mítico, y la fantasía casi épica de asumir esta tarea como una misión del destino. Todos queremos tener una misión en la vida.

La tarea de misionar queriendo ser ese personaje se completa con las carencias que viven cada uno detrás del disfraz. La búsqueda de un trabajo, la vida con sus vaivenes y la supervivencia que es ardua de andar en su derrotero. Un trabajo único y especialmente sacrificado ya que dura solo un mes y tiene un mundo de condiciones. Entre ellas las del mercado, y a eso me refiero, al modelo de consumo en un esquema capitalista, donde Papá Noel es otro fetiche consumible de la lista navideña. El sistema y sus voracidades funcionales no queda afuera de la realidad de este mito en el siglo XXI.

Hay otro fragmento del filme de Viñoly Barreto donde una mujer dice –¿Es una propaganda? ¿Qué es?…. Esta cita intertextual no deja dudas, Frenkel siempre tiene el ojo en los sistemas de poder. Más allá de cierto divertido romanticismo navideño o la amorosa parodia al personaje esta temática hace pie en el documental como una clave más de la mirada autoral: el mundo vendible, el mundo bebible, masticable y fotografiable de Papá Noel.

El documental tiene a su vez cierta impronta bucólica que genera la figura de Santa Claus y la temática navideña. No son payasos pero esa sensación extraña de saber que detrás de ese traje existe un otro, que habita con la intención de sostener algo inexistente. Esto genera indirectamente una cierta melancolía en este retrato del mito, en especial por la conciencia de mismos personajes sobre esta nostalgia que Santa Claus implica. Aún así el documental no está sostenido por penosos tonos dramáticos, sino que deja que el humor sea la puerta con la que se abren los diversos caminos discursivos. Humor y nostalgia, además, han sido siempre buenos amigos.

La secuencia final presenta un armado de montaje corte a corte donde todo el “mundo Noel” se despliega en la pantalla: objetos varios, fetiches de todo tipo, decenas de gente barbuda, un mix de realidad y navidad a toda marcha.

Nos queda un filme de esos que uno vive a través de un autor lleno de pasión por narrar, por contarnos ciertas micro historias que se agigantan en la pantalla, plagadas de sutiles miradas que rozan otros mundos más complejos. Como el universo que construimos cada año donde coexisten tanto un sueño de unión, una fantasía renovada, una esperada solución mágica, y el deseo voraz de comprarnos todo porque el 24 queremos ser dueños del ritual sobre la mesa.

Todo el año es navidad es la revelación de una cara de nuestra mitología hecha con retazos de pura realidad. Una película que te hace pensar en aquello que se nos hace invisble. Y se impone, como todo, con el tiempo.

Por Victoria Leven
@LevenVictoria