Todo el año es navidad

Crítica de María Bertoni - Espectadores

A fines de los años ’50, el guionista Horacio Santiago Meyrialle imagina que, por designio divino, el verdadero Papá Noel baja del cielo, no del Polo Norte, para darles una mano a los argentinos en apuros. Santa Claus actúa de incógnito, disfrazado de hombre común: obrero, empleado, barman según la ocasión.

La ocurrencia se transforma en película que Román Viñoly Barreto dirige al poco tiempo. Protagonizada por Raúl Rossi, Todo el año es Navidad se estrena el 25 de febrero de 1960.

Más de medio siglo después, Néstor Frenkel rescata aquella fábula cinematográfica (también existió una versión televisiva) para darla vuelta y retratar a los mortales –actores, artesanos, changarines– que encarnan a Papá Noel en centros comerciales, desfiles, publicidades, a modo de ganapán. Algunos se sienten emisarios divinos; todos encarnan el personaje con profesionalismo. La película no es una ficción sino un documental; también se titula Todo el año es Navidad.

Como en producciones anteriores, en ésta también Frenkel hace gala de un ojo clínico a la hora de identificar a ciudadanos tan desconocidos como dignos de los quince minutos de fama warholianos. En esta ocasión, el autor de Los ganadores, El gran simulador, Amateur, Buscando a Reynols ofrece un llamativo muestrario de hombres maduros que trabajan para una empresa especializada en proveer Papá-Noeles a shoppings, supermercados, agencias de publicidad, intendencias y demás clientes interesados en explotar la veta comercial y/o electoral del legendario San Nicolás.

A contramano del discurso que insiste en la naturaleza mágica de la Navidad, el realizador dirige su mirada y sus preguntas hacia la construcción de un personaje cada vez más sujeto a la lógica del consumo masivo y del trabajo informal. La voluntad de mostrar esta arista artificiosa lo lleva a mostrarse como parte integrante de la puesta en escena en cuestión, por ejemplo cuando se filma detrás de cámara y cuando filtra algunas de sus intervenciones en las entrevistas así como sus directivas para la escena final.

Por momentos Todo el año es Navidad exuda la misma sorna que destilan otros retratos de “persona(je)s de la vida real” según reza el lugar común. Además de aquéllos que llevan la firma de Frenkel, vale citar dos trabajos de Mariano Cohn y Gastón Duprat: Living stars y Todo sobre el asado.

Las pinceladas socarronas constituyen el aspecto más discutible, acaso reprochable, de este tipo de documental. Por lo pronto, invitan a reflexionar sobre cierta tendencia cinematográfica a retratar a individuos atípicos –o extraordinarios en el sentido literal del término– a partir de la mirada condescendiente que a veces despliega la gente supuestamente normal.