Tito, el navegante

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Vida de película

La historia de un escultor de pasado duro y presente peculiar.

Un documental sencillo sobre un personaje deslumbrante. Una película austera sobre un hombre de origen callejero, que vive en la ribera quilmeña, en una casa construida por él con botellas que le deja el río. Tito Ingenieri, escultor y artesano. Un tipo que, en el exacto punto en el que otros se entregan, genera y genera arte con metales y vidrios. “El Gaudí del reciclado”, como exagera alguien en el filme. En todo caso, hablamos de una persona llana y luminosa, con un pasado escarpado y oscuro, en el que abundan el consumo de drogas y las internaciones en el Borda. Situaciones que él relata a mitad de camino entre la ingenuidad y el humor. Sus obras, hechas con basura y material de descarte, rodean su casa y engalanan colecciones privadas. Un elegido.

En esta película, de Alcides Chiesa y Carlos Eduardo Martínez, predominan las cabezas parlantes. Complementadas con imágenes menos estáticas: como las de Tito creando o interactuando con vecinos. “No soy un artista, soy un laburante”, aclara él, autodidacta. El filme lo muestra con máscaras suyas y con una escafandra estilo El Eternauta . Está bien: Tito también es un sobreviviente y, mucho mejor, un rescatista .