Titanes del Pacífico

Crítica de Daniel Celina - ZonaFreak

Algunos textos actuales parecen hacer énfasis en el siguiente cuento: Del Toro se vendió al mainstream y perdió su magia. Yo considero que la magia de Del Toro enaltece al mainstream, y lo viene haciendo desde Blade 2, figurita difícil que probablemente no amerite el beneplácito (ni la visión completa, sin dormirse a mitad de proyección) de los críticos serios que ahora mismo recordaron advertir a todo el universo sobre el supuesto estado de coma en el cual se encuentra esta labor tan maravillosa, tan brillante, tan justa, tan sincera, tan imparcial y digna de reconocimiento y mención.

Del Toro no puede ser encasillado junto al resto de los directores de tanques mainstream (contabilizo a Michael Bay y a Roland Emmerich, quizá Stephen Sommers, quisiera una lista más extensa) por que ninguno de ellos ha sido capaz hasta el momento de dirigir contiendas que resulten tan claras, tan fieles a nuestros movimientos oculares, tan precisas y honestas con nuestros ojos. Para dejarlo en claro: Los roscazos dirigidos por Del Toro se entienden. Se siguen. Se disfrutan. Desde Blade 2 en adelante (las Hellboy son un ejemplo) que esto es así, y esta cualidad por sí sola eleva y jerarquiza su cine por el de los demás directores mencionados. El intento de desmerecer a Del Toro tildándolo de mexicano acomodaticio al mainstream gringo es un insulto horrible y -al mismo tiempo- genera que nos preguntemos cuán malo y condenatorio es "dirigir mainstream". La carcajada más suave rebotaría en el inodoro del hotel cinco estrellas donde Del Toro empina chupitos con Cuarón (otro que en cualquier momento saca un film que pinta tanque y al que -probablemente- intenten destrozar y desmerecer).

Dejando de lado el anterior desahogo, diremos que Titanes del Pacífico venera a Gojira, aunque eso ya lo dijo todo el mundo. No sé qué porcentaje de ese todo el mundo habrá sido capaz de disfrutar del film de Ishiro Honda (y cuál de sus dos versiones vieron, si la nipona original ó la gringa posterior, con inserts de Raymond Burr hablándole a la nada), pero quien suscribe lo considera un film maravilloso que -dicen los libros- supo disparar la imaginación y materializar los miedos de una nación entera (Japón). Titanes del Pacífico venera la grandeza de Gojira y la duplica, acentuando nuestra reverencia hacia las profundidades desconocidas como ya lo hizo James Cameron en The Abyss, otro tanque-mainstream-imperialista que significó un avance sobresaliente en aspectos técnicos cinematográficos que todo el mundo disfrutó y disfruta. Por que (también) se trata de disfrutar.

No voy a pedirle a Del Toro que intente mostrarse más mexicano mientras los barcos vuelan en mil pedazos y las ciudades colapsan ante el estornudo de un kaiju. Prefiero plantear cuestiones a tono con la obra que el director ha parido, por ejemplo ¿Por qué robots antropomorfos gigantescos? ¿Por qué no pequeñas y eficaces aeronaves teledirigidas, ahora que los drones son carne de fav? Creo saber la respuesta: Los robots antropomorfos gigantescos tienen la capacidad de establecer innecesarias pero maravillosas batallas cuerpo a cuerpo contra estas bestias marinas que suenan a Kaiju pero también huelen a Kraken, a Lucsa, a Behemot y a una lista bastante larga -y preciosa- de criaturas marinas previas a todo, incluso a Japón y a Twitter. Exactamente la clase de batalla donde Del Toro les pasa el trapo a todos. Hubiese sido lindo que los kaijus tengan una disposición genética a dividir sus encuentros en rounds y así poder retirarse a un costadito (del océano pacífico) para recuperar fuerzas y volver al ring. De ese modo, Titanes del Pacífico podría haber durado cuatro hermosas horas que me habrían provocado más regocijo que escribir esta reseña por la que nadie me paga y por la que nadie importante y con palanca rosquearía vía retweet y que nadie querrá sindicar en la prestigiosa sección cultural online de ningún diario importante y que no leerá absolutamente nadie excepto el minúsculo puñado de personas a las cuales este espacio les despierta alguna clase de dañino y extravagante interés.

Hablar de la artesanía de Del Toro (y de su obsesiva capacidad para con las tuercas y los encastres) ya no tiene ningún sentido: Todo el mundo lo sabe. Quien no lo sepa, he aquí mi mail (danielcelina@gmail.com): Me ofrezco a escribirle una monografía personal -y dedicada- respecto a la obsesión de Del Toro por las tuercas y los encastres. No la escibo aquí porque escribirla triplicaría la extensión del presente artículo y desluciría la ya de por sí deslucida estructura de nuestro medio, que dejó pasar el trencito cool de wordpress. Quien quiera ver una degeneración en la obra de Del Toro, adelante. Yo no hago más que ver cuánto ha crecido el escarabajo de Cronos y me froto las manos pensando en lo que puede llegar a venir, sobretodo luego de aquélla pelea impresionante en medio de hongkong. Esto también es cine, y del bueno. No me olvido de los aspectos geopolíticos que cubren la historia, ni de las bajadas de línea que aparentemente se ciernen sobre nosotros cuando juntamos 70 pesos para ir al IMAX a disfrutar un tanque imperialista dirigido por un latino, ni de la corrección política que transmite un negro al frente del ejército que salva a la humanidad. Sólo me permito (me impongo) pensar que no es la clase de crítica que Titanes del Pacífico -auténtica y bienvenida aventura- merece. Y no es el artículo que voy a escribir para este film. Sería como hacer mierda a Shutter Island por que su CGI es flojo, particularmente en las escenas iniciales a bordo del barco, donde el jopo de Mark Ruffalo tiene una iluminación que definitivamente deschava el croma.

Lo que le critico a Titanes del Pacífico, objetivamente, es una extensión temporal problemática en su climax abisal (sobran segundos que habrían reducido a polvo -a burbujitas- a los héroes de no ser por una licencia de montaje). El resto de la fantasía multimillonaria me resultó convincente en tanto espectador crítico dispuesto a disfrutar de una fantasía multimillonaria.

No tuve la suerte de crecer jugando a chocar robots y -por lo tanto- carezco de esa cuerda infantil que pareció vibrar en el espíritu de varios individuos que también disfrutaron este film. Desde niño me gusta muchísimo el universo submarino, capaz me pegó por ese lado. Y no estoy dispuesto a considerar lo que firmo como una chupada de pija a las majors sólo por el hecho de volcar con alegría violenta mis pareceres y conclusiones. Sí estoy dispuesto a empezar a considerar lo siguiente: Transcurrí gran parte de mi adolescencia leyendo a tipos que hoy se lamentan por el estado actual de la crítica y no son capaces de admitirse parte del estado actual de la crítica, y la reputísima madre que me remil parió.