Tinker Bell y la bestia de Nunca Jamás

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Confianza en lo desconocido.

En esta nueva versión de la hadita de Disney, la sexta en la pantalla grande, Tinkerbell despliega una personalidad mucho más aventurera que contagia entretenimiento.

La sexta película de Tinkerbell se editó directamente para el formato video en Estados Unidos pero llega a la Argentina como estreno de salas mayores. Si bien los filmes animados suelen ser menos extensos en general, éste dura "apenas" 76 minutos. Para lo que cuesta un ticket de cine hoy en día (en que los aumentos siguen ocurriendo a un compás sostenido) la experiencia puede tener gusto a poco. Pero es cierto también que esos minutos pasan rápido porque son entretenidos.

Tal vez el rasgo distintivo de este filme sea la mayor dosis de acción que tiene en relación a los anteriores. Los filmes sobre esta hada de Disney estuvieron históricamente asociados a sensaciones y emociones más "tradicionales", por lo cual esta variante es bienvenida. Es más aventurera esta Tinkerbell y lo bueno es que esa dinámica mayor no ha repercutido en una importante pérdida del detalle.

Cuando empieza el relato, un cometa verde surca el cielo del reino de las mágicas mujercitas aladas. Parece un fenómeno común pero no lo es. Engranajes secretos se mueven en la oscuridad y despiertan de su letargo a un enorme y atemorizante ser. Parece un bisonte, pero tiene cola y lengua de reptil, pinturas de alguna tribu en la pelambre y parece que, también, alas...

Cuando lo oyen rugir en la espesura lejana todos quieren esconderse. Menos Fawn, el hada de los animales. Aunque la reina la advirtió, ella sigue siendo por demás curiosa.

"Es muy valioso que te guíes por lo que te dice tu corazón, pero también debes darle un espacio a tu cabeza", le dijeron, palabras más, palabras menos. Se referían a su costumbre de traer animalitos a la aldea para recuperarlos de heridas y enfermedades, sin tomar en cuenta el peligro que puedan representar cuando se recobren.

Fawn no hará caso. Se internará en la parte yerma del paisaje, dispuesta a conocer al monstruo al que todas temen y que a ella mientras lo espiaba le ha despertado ternura, simpatía y confianza.

Algo que hace especiales a todas las películas de Tinkerbell es la observación del universo a escala diminuta. El mundo de las hadas está poblado por animales pequeños pero también se aprecia en él un cruce entre lo artesanal y la naturaleza.

Una gota de agua puede ser un espejo. Una hoja de árbol, convertirse en un vestido traído de la modista. Un tallo, funcionar como el eje de una carreta. Y así.

Tinkerbell todavía tiene magia. Y cuerda.