Tini - El gran cambio de Violetta

Crítica de María Fernanda Mugica - La Nación

Propone una fantasía demasiado empalagosa

A veces se dice de una película que no importa si es buena porque "es para chicos". Idea errónea. Hay cientos de films orientados al público más joven que tienen la potencia de una buena historia bien contada y terminan ganándose también a los adultos. Disney es un estudio experto en eso de realizar muy buenas películas para toda la familia, desde Un viernes de locos, pasando por Juego de gemelas, hasta El diario de la princesa y muchas más. Pero esta vez, con Tini: el gran cambio de Violetta, no fue ése el resultado.

Que quede claro: el público fan de Violetta, más o menos restringido a niñas de 5 a 11 años, va a salir feliz de haber visto el nuevo film de su ídola. No se trata de subestimarlo con esta apreciación. El film tiene todo lo necesario para crear un mundo de ensueño que ese público sabrá apreciar: una protagonista adorable, canciones, bailes, chicos lindos, paisajes divinos. Cualquiera que no esté dentro de ese segmento demográfico encontrará que no es suficiente para contrarrestar un guión que une situaciones sin mucha lógica, diálogos que no suenan nada bien y actuaciones muy desparejas.

Violetta (Martina Stoessel) vuelve cansada de una gira y se encuentra con la noticia de que su amado León (Jorge Blanco) está con otra chica en Los Ángeles. Por supuesto que esto no es verdad pero, como ella no puede contactarse con él, lo cree y se profundiza su crisis personal. La cantante decide abandonar su carrera y acepta una invitación a Italia, para pasar un tiempo en la residencia para artistas de Isabella (Ángela Molina), una amiga de su padre (Diego Ramos). Allí conocerá a un buen mozo muchacho que maneja un barco y a unos jóvenes que serán sus aliados en la búsqueda de sí misma.

La película, dirigida correctamente por Juan Pablo Buscarini y con un gran despliegue de producción, no teme ir por el camino más meloso posible. Se entiende que es una fantasía color rosa pero, aun así, supera un límite soportable para el espectador que no sea fanático de su protagonista. El gran cambio de Violetta prometido desde el título, con la idea de dejar atrás la adolescencia y encarar la adultez, no termina de concretarse.