Tigre

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

El Delta, con aire de vanguardia

Con la sudestada hasta la gente se pone rara, dice Rina, esa mujer obstinada y con la sensibilidad a flor de piel (Marilú Marini, notable) que vuelve a su casa del Tigre después de mucho tiempo para poner el cuerpo y defenderla de la amenaza que instala un ambicioso proyecto inmobiliario. Y si se trata de rareza, vale apuntar que toda esta sugestiva película está atravesada por un extrañamiento que propicia múltiples lecturas y exige un espectador atento y alejado de la comodidad que aseguran los relatos más convencionales. Tigre es una película climática, incluso en el sentido más literal: el clima y el paisaje se transforman en un personaje más de una historia coral minada de conflictos filiales, amorosos, eróticos y existenciales, entrecruzados con mucha sagacidad.

Cada escena tiene una duración apropiada, exacta. Esa fortaleza revela un trabajo virtuoso de ensamble de dirección y montaje. Así lo prueba el inquietante pasaje de la cena: un tratado sintético, punzante y magníficamente clausurado sobre la disolución familiar. En ese tramo, Agustín Rittano brilla gracias a su propio talento y al entorno inmejorable que saben armar sus compañeros, a partir de entender a la actuación como un juego colectivo.

El excepcional trabajo del elenco, con los niños y los adolescentes a la par de los más experimentados, es un soporte clave para un largometraje que también combina rigor formal y lirismo con una convicción que asombra.