Tiempos menos modernos

Crítica de Julio Nakamurakare - CineFreaks

La TV mató al ídolo de la radio

La historia es simple pero no por ello menos eficaz. Esto se aplica tanto al esquema narrativo y a la realización, pero lo que hoy se conoce como agenda (o intenciones ulteriores, como se decía hasta no hace mucho) es harina de otro costal.

Tiempos menos modernos, ganadora del Premio de la Crítica y del Público en la reciente edición de Pantalla Pinamar, nos trae a Payaguala, un gaucho de origen tehuelche que vive satisfecho y feliz en la soledad de su rancho al pie de la Cordillera de los Andes.

De manera casi idéntica a un comercial estatal que se emite por TV en estos días, su vida se transforma con la llegada, inesperada y sorprendente, de una caja de madera, con contenido desconocido, acercada por la Gendarmeria y remitida por el Ministerio de Desarrollo Social. Payaguala guarda la caja intacta en un rincón, donde permanece olvidada. Hasta que Felipe, un joven buscavidas chileno y el único amigo de Payaguala, insiste en abrirla.

"Una vez que recibís algo gratis del gobierno, abrilo, aunque sea para ver de qué se trata", chicanea Felipe amablemente.

La caja contiene un televisor (los CRT de tubo de hace unos años), una antena satelital y un manual de instrucciones. Payaguala insiste en su postura, pero deja que Felipe, más emprendedor y con más entusiasmo, instale todo el equipo et voilá: televisión y telefonía, cosas de las que Payaguala había prescindido hasta ese momento, dependiendo y confiando exclusivamente en su radio portátil.

Como es de esperar, la caja boba deja de ser tan boba y se convierte en un artefacto imprescindible, sobre todo por las tardes, cuando el gaucho arriero sigue absorto un culebrón titulado Alma mía (hubo una película argentina del mismo nombre, pero no hay relación aparente).

A esta altura, hasta el espectador menos avezado percibe la nada sutil alusión al programa gubernamental conocido como TDA (o televisión digital abierta), instrumento eficaz para la comunicación, el aprendizaje y la igualdad de oportunidades sociales, pero también un arma de doble filo que materializa la ambición mandataria de la filosofía del pensamiento único, de la sutil pero eficiente maniobra de manipulación de mentes y voluntades.

Ahora bien, aparte de este breve injerto/parlamento a cargo de Felipe (Nicolás Saavedra), Tiempos menos modernos discurre como un mecanismo bien aceitado, sin los tropiezos que implicaría una agenda impuesta como premisa. El film entretiene, arranca sonrisas por la simpleza y por la innata sagacidad de Payaguala (interpretado por el auténtico tehuelche Oscar Payaguala, actor y periodista de reconocida trayectoria y luchador por la reivindicación de los pueblos originarios).

Como un crítico no acostumbra (no debería, al menos) incluir spoilers en sus comentarios, no hemos de revelar cómo continúa la trama, pero lo cierto es que, al final del film, muchos se preguntarán, no sin cierto grado de confusión, cuál es el verdadero mensaje de Tiempos menos modernos.

La película, dirigida por Simón Franco en su debut como largometrajista, parecía, al comienzo, vehiculizar los beneficios de la inclusión social a través de los últimos avances tecnológicos, pero el resultado, muy bien delineado y ejecutado, parece plantear otro escenario.

La respuesta a este enigmático dilema radica, tal vez, en el hecho de que Tiempos menos modernos alude al presente mediante el programa TDA, y a la historia reciente mediante claras alusiones a los dos mandatos del archineoliberal y privatizador Carlos Menem, quien dejara un tendal de víctimas de la desindustrialización del país y de la eufemística flexibilización laboral.

Tiempos menos modernos, entonces, responde a esta dualidad con un artilugio historiográfico que sirve como excusa para articular la doble lectura política. Haciendo una lectura despojada de exhaustivos análisis ideológicos, la película funciona, y muy bien, como una divertida fábula sobre un intento de transformación y sus resultados, predecibles o no. Pero también queda claro que la película fue concebida con un claro propósito vehiculizador de los planes igualitarios del gobierno de CFK.