Tiempo de caza

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

Lógica mercantil

En Hollywood hay toda una serie de películas que no entran en la categoría de grandes tanques, pero tampoco en la segunda línea. Pertenecen a una tercera o cuarta categoría, a la que podríamos llamar Clase C (o D incluso), que no apunta al público de cine arte, sino a algo más popular, posicionándose generalmente en los géneros de la acción o el policial, aunque quedan totalmente relegadas, a pesar que en la mayoría de los casos poseen en el elenco o el equipo de realizadores nombres con significativo potencial. Nicolas Cage ha ido desarrollando en los últimos tiempos una filmografía bastante abundante en este nicho, con films como Fuera de la ley, Trespass o Contrarreloj. Son proyectos que suelen tardar unos cuantos años en concretarse y cuando lo hacen, se realizan a través de coproducciones donde intervienen compañías de muchos otros países (Estados Unidos no puede hacer tantas porquerías en solitario, según parece, así que el resto del mundo, generoso, colabora), en medio de una visión mercantil apartada de la búsqueda de la calidad y que apunta en verdad a la cantidad, a producir más, no sólo para invadir y/u ocupar pantallas, sino además para sostener toda una cadena de producción permanente. En esta lógica capitalista están involucrados los dueños y jefes de productoras, estudios y distribuidoras, y lo mismo cuenta para los actores, directores, guionistas y equipos técnicos. Ya ni siquiera importa ganar dinero con un film, sino gastar dinero, moverlo de un lugar a otro. Marx y Adorno se hubieran hecho un picnic observando este panorama. Benjamin se habría suicidado nuevamente.
Pues bien, Tiempo de caza forma parte de este juego de especulaciones monetarias, y para muestra bastan algunos datos: protagonizada por John Travolta (que debe estar asesinando su carrera por segunda o tercera vez, ya es difícil calcularlo) y Robert De Niro (quien en las últimas dos décadas hace films como si se tropezara con guiones, en vez de leerlos), con dirección de Mark Steven Johnson (que ya en Daredevil y El vengador fantasma había demostrado que no tenía grandes ideas) y guión de Evan Daugherty (quien también escribió Blancanieves y el cazador), fue en algún momento un proyecto que Travolta consideró como una potencial reunión con Cage, luego de Contracara, con John McTiernan como posible director. Finalmente se concretó con los nombres mencionados, figurando como originaria de Bélgica (¿?), estrenándose en Estados Unidos el 12 de julio de este año en apenas doce salas y recaudando en su primera y única semana poco más de 27.000 dólares. Sí, 27.000 dólares. Hasta tiene posibilidades de terminar cosechando más dinero en la Argentina. Da para preguntarse qué sucedió durante el proceso, si hubo intenciones en primera instancia de hacer un lanzamiento más masivo, si no se consiguieron pantallas, si los productores se asustaron con el producto final y ni siquiera intentaron realizar un estreno masivo para no perder dinero, o si incluso nunca hubo planes reales para tratar de encontrar el éxito.
Los dos párrafos anteriores tienen su razón de ser en el hecho de que el film propiamente dicho respira un aire de inutilidad total, aunque tenía elementos como aspirar a algo más. El relato se centra en Benjamin Ford (De Niro), un veterano de la Guerra de Bosnia que vive aislado y recluido en su cabaña ubicada en las Montañas Apalaches. El tipo indudablemente carga con unas cuantas heridas, no sólo físicas, sino psicológicas, porque ha decidido vivir totalmente aislado de su familia, hasta que un día se le aparece medio de la nada Emil Kovac (Travolta), un serbio que viene a arreglar viejas cuentas pendientes. Y lo que inicialmente parecía que iba a ser el comienzo de una hermosa amistad, termina siendo una especie de cacería humana en el medio del bosque, con ambos guerreros recurriendo a sus antiguas habilidades bélicas, que incluyen el arco y la flecha. El problema es que Tiempo de caza arranca y cuando escuchamos a Travolta tratando de sonar como un serbio, ya cuesta otorgarle credibilidad al tono serio y ceremonioso de la historia (prácticamente no hay humor en la película). Si a todo eso le sumamos una actuación a reglamento de De Niro y que el director Johnson confunde crudeza con sadismo, la creación de climas con aburrimiento y el discurso político con las frases de ocasión para la tribuna, poco queda para rescatar. Tan defectuosa es, tan perezosa en su construcción, que a pesar de durar menos de noventa minutos, ya a la mitad su trama está agotada, no quedándole otra que recurrir a la misma vuelta de tuerca, una y otra vez, sin el más mínimo atisbo de imaginación.
Tiempo de caza es un film que empieza y termina, y la verdad que no le importa a nadie. Ni siquiera a la gente que estuvo involucrada. Eso sí, se movió dinero en el medio.