Thor: Un mundo oscuro

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Un paladín para los Nueve Reinos

En algún momento la pregunta pudo ser: ¿Cómo volver después de “Los Vengadores”? Es cierto que Iron Man ya tuvo su tercera película (la primera después de la mega reunión dirigida por Joss Whedon), pero también es cierto que la historia de Thor estuvo más atravesada por los eventos de ese filme, dinamizado por el ansia de venganza de Loki. Y ese desafío encara “Thor: Un mundo oscuro”.

Dilemas y venganzas

Han pasado casi dos años desde que Jane Foster no ve a Thor, aunque lo vio por televisión en la batalla de Nueva York (los sucesos relatados en “Los Vengadores”). Mientras ella, radicada en Londres, acepta alguna cita como para no pensar en el rubio del Asgard, el hijo de Odín está luchando para poner orden en los Nueve Reinos, aunque no deja de pensar en la humana. Todos se dan cuenta, su festejante Lady Sif y el propio Odín, que un poco le recomienda que le de bola a la guerrera.

El destino vuelve a meter la cola porque se aproxima una alineación entre los mundos, gracias a la cual se abren pasajes entre los mundos, y Jane se trae consigo el Aether, una sustancia poderosa y maligna que el Elfo Oscuro Malekith quiso usar tiempo atrás para devolver la oscuridad al universo, sólo para ser derrotado por el padre de Odín y privado de esa arma. Pero cuando se reactiva el Aether, Malekith va en su búsqueda, con consecuencias inesperadas.

Así Thor deberá desafiar la autoridad de Odín y unir fuerzas con el condenado Loki para detener a Malekith y salvar al universo, que es más vulnerable durante esa alineación.

El tono general del relato y la estética está en la línea del primer filme, aunque los Elfos Oscuros están más en la línea de los enemigos de “Los Vengadores” (más como personajes de ciencia ficción, con naves y vestuario tecnológico), por lo que veremos también a los asgardianos luchando con barcos volantes (algo que está en la mitología nórdica) pero usando artillería antiaérea.

Como contraparte de estos villanos, los asgardianos recuerdan un poco más a los elfos tolkienianos (bien de fantasía épica), desde el aspecto de sus soldados al dilema de la relación de Thor con una humana de breve vida (sumado a la majestuosidad de su mundo). Entremedio, y relacionado con esto último, el dilema del héroe como heredero del trono: si Loki lo deseaba desesperadamente, Thor prefiere ser un campeón desde el llano (y tangencialmente esquivar la soledad del poder, en más de un sentido).

De mayor a menor

Si la primera de Thor tenía ribetes de drama shakespeariano (y la presencia de Kenneth Branagh en la dirección apuntaba a esto), esta secuela se termina convirtiendo en una especie de road movie entre los mundos, en los que la amenaza pasa trágicamente por Asgard, pero termina en una batalla crucial en la Tierra, que puede definir el destino de todo, aunque el despliegue de la batalla en sí es mucho menos vistosa que el regodeo de “Los Vengadores”.

Alan Taylor maneja bien el crescendo en la historia y los contrapuntos estéticos y mundanos entre Asgard y la Tierra (Midgard). El juego de misterios y traiciones quedará para las habituales escenas intra y post créditos, que sirven además como puentes entre la interconectada experiencia de películas de personajes de la Marvel (en busca de remedar a una escala acotada el funcionamiento del Universo Marvel como un todo). Así que hay mucho espacio para peleas espectaculares, en las que el Dios del Trueno cobrará de lo lindo.

Presencias

Chris Hemsworth construye un Thor más oscuro, abrumado primero por la ausencia de Jane y luego por un dolor más profundo. Si en Rush demostró que además de bonito es un actor capaz de expresar dramatismo (luego de protagonizar picantes diálogos humorísticos con Robert Downey Jr. y Mark Ruffalo en la reunión superheróica), acá puede combinar sus dotes con las de héroe de acción.

Si el héroe es un grandote, qué mejor que ponerle una damisela chiquitita, y esa es la función de Natalie Portman, comodísima en el papel de la un poco alocada Jane. Tom Hiddleston seguramente se divierte muchísimo en la piel del sarcástico e inmoral Loki, y a Anthony Hopkins sólo le basta su presencia para hacer un imponente Odín. Rene Russo construye a una Frigga que combina piedad con dureza.

De los otros asgardianos, los que más se lucen son Idris Elba como Heimdall y Jaimie Alexander como Sif. Mientras Christopher Eccleston hace un Malekith bastante inexpresivo, los humanos meten el costado más humorístico: Kat Dennings (la exótica pasante Darcy Lewis) y Stellan Skarsgård (el doctor Erik Selvig, un poco “pirucho” desde que Loki entró en su mente).

Las puertas quedarán abiertas para la continuidad, así que el martillo volverá a volar dentro de poco.