Thor: Ragnarok

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Un apocalipsis pop

El tercer film sobre el Dios del trueno en la mitología nórdica y germana, basado las historias de las Eddas y en el popular comic de Marvel, escrito por Eric Pearson, Craig Kyle y Christopher Yost y dirigido por el realizador neozelandés Taika Waititi (Hunt for the Wilderpeople, 2016), construye una desquiciada historia alrededor del enfrentamiento entre Thor y su hermana Hela (Cate Blanchett), que regresa de su destierro tras la muerte del padre de ambos, Odín (Anthony Hopkins).

Ante este conflicto fraterno y la inminencia del Ragnarok, batalla apocalíptica que refiere al fin del mundo en la mitología nórdica, Thor busca reclutar para su heroica empresa de salvación de Asgard, hogar del panteón de las deidades nórdicas, a su hermano adoptivo, Loki (Tom Hiddleston), dios impredecible y traicionero causante de casi todos los problemas del protagonista en los films anteriores, a Hulk (Mark Ruffalo), quien se encuentra atrapado en un planeta regido por un dictador hedonista al estilo del imperio romano que se autodenomina Gran Maestro (Jeff Goldblum), y a una Valkiria (Tessa Thompson), que también se encuentra en el planeta como cazadora de gladiadores para las batallas que se organizan en el coliseo.

Waititi, un director que filma con una sensibilidad que combina crudeza e inocencia similar a la del realizador norteamericano Wes Anderson, busca en todo momento imponerle al film su idiosincrasia incluyendo escenas, personajes, y hasta a sí mismo como la voz de un gladiador revolucionario pesimista a la espera de una rebelión, cual un Espartaco de historieta cómica para romper con la banalidad de un guion aburrido y predecible.

La película de superhéroes o dioses de Marvel tiene una historia de fondo que indaga en la construcción oficial, en general siempre ficticia y falsa, de una épica leyenda fundadora, en este caso utilizando la complejidad del carácter de Odín en la mitología, como dios de la guerra y de la muerte pero también de la magia, la poesía, la profecía, la victoria y la caza. Así entra en colisión un origen guerrero en el que Hela era la lugarteniente de la conquista hasta que Odín decide parar con las invasiones y establecer una paz entre los nueve reinos conquistados, expulsando y encerrando a Hela fuera de Asgard, su fuente de poder. Mientras que Hela solo piensa en la dominación y la sumisión, Thor y su amigo Heimdall (Idris Elba), dios guardián de Asgard y del Bifrost, el portal arco iris que permite acceder a la tierra de los dioses, buscan proteger juntos a los habitantes del ejercito de soldados caídos en batalla y resucitados por Hela y del temible lobo Fenrir.

Siguiendo al pie de la letra la ideas más reaccionarias de la industria cinematográfica, el nuevo film de la saga de Thor busca lograr una similitud nostálgica a la fórmula del film Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy, 2014) intentando repetir las claves del éxito de la saga también propiedad de Marvel, sin demasiada vergüenza, utilizando en esta oportunidad música de sintetizadores pop en medio de un mundo en el que la miseria y la opulencia se combinan como en la realidad que vivimos.

Thor: Ragnarok (2017) es un film cándido, divertido por momentos, con muy buenas interpretaciones en general, en especial de una desperdiciada Cate Blanchett, que busca entretener sin demasiadas pretensiones al igual que la mayoría de los films de estas características. Paradójicamente esta cuestión no cuaja con la historia de fondo ni con los intereses del director, con lo que se genera un opus híbrido con interesantes intenciones y salidas que se diluyen en una obra banal, que se pierde en sus propias falencias, no sin aciertos momentáneos que se desvanecen rápidamente amagando salir tibiamente de la mediocridad, aunque sea por un breve instante, para desprenderse de la ideología obcecada de los superhéroes de la actualidad.