Thor: Ragnarok

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Gracias al talento para la comedia del realizador neocelandés de “Casa vampiro”, la tercera parte de esta habitualmente seria saga del Universo Marvel es la más divertida y liviana de todas ellas, con un humor que se cuela permanentemente aún cuando la línea narrativa no se escape demasiado de lo conocido. Chris Hemsworth, Tom Hiddleston, Cate Blanchett y Mark “Hulk” Ruffalo la protagonizan y se nota que se divirtieron haciéndola.

Después de ver THOR: RAGNAROK estoy convencido de dos cosas: que todas las películas de Marvel deberían ser comedias y que Taika Waititi es uno de los realizadores más talentosos en ese género. Lo que produjo en la tercera parte de la habitualmente más aburrida y seria de las ramas del universo marveliano se acerca al milagro, especialmente si uno recuerda la grandilocuencia shakespeareana del episodio dirigido por Kenneth Branagh. Waititi trajo consigo el tono zumbón y amable que lo acompaña a lo largo de su carrera, en la que se destacan la serie de televisión FLIGHT OF THE CONCHORDS de la que fue uno de sus creadores y ocasional director (si no la vieron, háganlo ya, no se van a arrepentir) y películas como EAGLE VS. SHARK, WHAT WE DO IN THE SHADOWS (el falso documental sobre vampiros que se estrenó en Argentina como CASA VAMPIRO) y la más reciente HUNT FOR THE WILDERPEOPLE. Un espíritu lúdico, liviano, irrespetuoso pero amable y, sobre todo, muy gracioso.

Es cierto que al ingresar al Universo Marvel debe atenerse a muchas de las reglas de la casa pero es notable cómo logró extraer oro puro gracias a su actitud ante el material. Su THOR está más ceca del humor absurdo del Batman televisivo de los ’60 que de cualquier otra cosa y si bien los diálogos humorísticos entre los personajes es una tradición de Marvel especialmente en su línea IRON MAN, AVENGERS, SPIDERMAN y GUARDIANES DE LA GALAXIA, lo de Waititi es de otro nivel. Sus bromas no se limitan a chanzas y referencias sino que capturan el absurdo y el humor físico que viene implícito con este tipo de historias, universos y personajes. Sin quebrar del todo las reglas como lo hizo DEADPOOL, su THOR se difruta por su feeling festivo y hasta ridículo, por más que lo que sucede en la pantalla en muchas ocasiones sea tremendo.

Obviamente que la película se debe a sus productores y el cineasta neocelandés tiene sus limitaciones a la hora de escaparse del circuito marveliano: estarán las extensas batallas de rigor, las traiciones esperadas, los complejos hilos narrativos que requieren haber visto varias veces todas las películas del llamado MCU. Pero aún dentro de ese sistema, hay una inyección de entusiasmo que parece sentirse hasta en el propio elenco. Uno tiene la sensación que la pasaron muy bien haciendo la película. Sí, hasta el habitualmente caracúlico Anthony Hopkins.

Trataré de repasar la trama lo más rápidamente posible porque, al menos para mí, importa poco y nada. Thor vuelve a su planeta a tratar de detener el temido Ragnarok, la batalla por el fin de Asgard. Allí descubre que su traicionero hermano Loki (Tom Hiddleston, llamativamente apagado esta vez) sigue vivo y está manejándolo, disfrazado como su padre Odin (Hopkins). Thor lo desenmascara, van a la Tierra a buscar a su padre y allí Thor se topa con otro personaje del universo Marvel (ya verán quien). Su padre les revelará la existencia de una hermana mayor, Hela (Cate Blanchett en plan Cruella de Vil), la malvada heredera del trono encerrada y borrada de la historia. Ella, claro, volverá y de allí en adelante será un combate fraternal entre ella y Thor, con Loki en el medio, sin definir bien con quien aliarse.

En el medio –deriva que se extenderá casi media película– Thor irá a parar a otro planeta gobernado por el bizarro Grandmaster (Jeff Goldblum haciendo de Jeff Goldblum), será tomado prisionero y mandado a morir en un enfrentamiento tipo romano nada menos que con Hulk (Mark Ruffalo y motion capture). Thor supone que está salvado con su “amigo del trabajo”, pero Hulk no lo reconoce y se enfrentan brutalmente. Lo que sigue tendrá que ver con las dificultades de Thor para salir de ese planeta y volver a su mundo a salvarlo de las garras de su hermana, que en poco tiempo ya ha alienado a toda la población, incluyendo al siempre eficiente Heimdall (Idris Elba, poco utilizado), ahora transformado en líder rebelde.

Pero lo central de RAGNAROK está en su minuto a minuto, en los pequeños chistes y situaciones, en algunos personajes secundarios (como el excelente Korg, un hombre de piedra pero tímido y sensible que encarna el propio director; o la valquiria alcohólica que interpreta Tessa Thompson) y, principalmente, en el uso del humor físico. Si hay algo que irrita muchas veces en las superproducciones de este tipo no solo es que se toman demasiado en serio a sí mismas cuando lo que sucede es bastante absurdo, sino que creen que con un poco de sparring verbal alcanza para que no se los tilde de eso. Y no, no es suficiente. Waititi pone de frente el absurdo y bromea hasta con los efectos especiales que no siempre “funcionan” como deberían. Esa actitud amablemente irrespetuosa le juega a favor al filme.

Si la película no es una obra maestra es porque, en sus 130 minutos, se ve obligada a transitar por unos cuántos versículos de la Biblia de Marvel y por más gracioso que sea el pastor hay pasajes que son inevitablemente tediosos. Pero cuando el maestro de ceremonias se suelta y deja correr sus mejores instintos, THOR: RAGNAROK es una fiesta, una nave espacial sin armas solo usada para el entretenimiento del chico de 13 años que hay en cada uno de los espectadores.