Thor: amor y trueno

Crítica de María Paula Rios - Admit One

Crítica de “Thor: Love and Thunder” (and fury).

Después de verlo algo deprimido y flojo en Avengers:Endgame, esperábamos el regreso de nuestro Dios nórdico (y apuesto), dueño de unos martillos envidiables. La música de los Guns N´ Roses, suena a puro ritmo, mientras Thor (Chris Hemsworth) se enfrenta a todo tipo de criaturas junto a los Guardianes de la Galaxia. Un breve racconto da cuenta cómo nuestro héroe, centrado en una búsqueda espiritual, vuelve a ponerse en forma para seguir protegiendo a los suyos.

También nos cuenta como se desgastó la relación con la doctora Jane Foster (Natalie Portman), quien en esta instancia padece una enfermedad terminal. Por lo que recurrirá al folclore nórdico, y gracias a una promesa de protección, logrará la reconstrucción del Mjolnir para adoptarlo como su arma, y convertirse en una superheroína. Es así que se reencontrará con el hijo de Odín, para juntos combatir a un nuevo y temible villano: Gorr (Christian Bale), el carnicero de los Dioses.

Por supuesto que también renacerá ese amor que se mantuvo intacto, a pesar de la rutina y el temor a enfrentar conflictos. Lo bueno de esta entrega de Thor es que está dirigida, nuevamente, por Taika Waititi. A pesar de que se mantienen las peleas épicas marvelitas, el desparpajo y la incorrección se cuela en toda la película, llegando a sostener el realizador un tono paródico, alivianando el drama con humor, con mucha comedia. Los personajes son conscientes de sus defectos y se ríen de ello, sin por esto restar importancia al tópico de aventura y la oscuridad del archivillano.

El grupo funciona de maravilla, con mucha química, a caballo de una narrativa que no da respiro, que se desarrolla a toda velocidad. A destacar la sensacional aparición de Russell Crowe en la piel, nada menos que, de Zeus. Y prestar mucha atención a las escenas post créditos de Thor: Amor y Trueno, habemus nuevo personaje. Se agradece la antisolemnidad de Waititi en una película de superhéroes, quién aporta un punto de vista atrevido y autoral.