Thor: amor y trueno

Crítica de Clara Migliardo - Bendito Spoiler

Cuando Marvel lanzó el primer trailer de Thor: Love and Thunder, los fanáticos y no fanáticos de la franquicia comenzaron con sus especulaciones. Sin ir más lejos, aquella primera presentación de la película no dejó nada librado a la imaginación. Para empezar, el papel de Russell Crowe como Zeus, que promete un rol secundario con aires de protagónico. También causó toda variedad de comentarios la inserción de Christian Bale en esta historia como Gorr, un villano ominoso con su inamovible objetivo de asesinar dioses. Por último, lo que probablemente cosechó la mayor cantidad de expectativas alrededor de esta cinta: la vuelta de Natalie Portman en su papel de Jane Foster. Entre tanta ansia por conocer la trama enteramente develada, hay una pregunta que todos se hacen y que el trailer deja en suspenso. ¿Encontrará Thor su verdadero propósito de ser?

La respuesta no es tan clara como aparenta ser a simple vista. Desde el primer segundo Thor se debate entre los ejes en los que también basculan muchas figuras de Marvel. El eje humano y el eje “superhéroe”. El eje social y comunitario por un lado, y el que pertenece a la individualidad y a la intimidad por el otro. Dichos extremos son especialmente presentes en el hijo de Odín, que forjó una relación indisoluble con los humanos y muy específicamente con la astrofísica Jane Foster. La novedad en esta entrega de Thor es que esos extremos ya no son blancos o negros. Ahora, con la revelación de Jane Foster como Mighty Thor, el dios del trueno se verá obligado a reestablecer sus límites y prioridades que apenas estaba volviendo a analizar en pos de descubrir su individualidad.

En esa busqueda de la individualidad se entrecruzan todo tipo de personajes y entidades. Los Guardianes de la Galaxia, pueblos amenazados por la desaparición de sus dioses, el carnicero que los hace desaparecer con una motivación profundamente asentada en la venganza, y que al principio de la cinta se encamina a lastimar Nueva Asgard. En el cumplimento de sus obligaciones como protector, Thor se va desvaneciendo entre el protagonismo de los personajes secundarios y una cantidad desmedida de chistes que en cierto punto se fatigan y que, tristemente, lo ridiculizan durante gran parte de la película.

Por suerte, este punto debil de Thor: Love and Thunder puede verse como un vaso medio lleno. En el protagonismo de los personajes secundarios que recien mencionamos, Christian Bale y Natalie Portman son las verdaderas estrellas de la historia. Es seguro decir que ambos logran explorar y reorganizar su individualidad mucho más de lo que a Thor se le permitió. Jane Foster no solo se muestra indecisa por adoptar su parte mítica o proteger su parte humana, sino que además se ve anclada a su yo terrestre por un hecho de fatal urgencia. Por su parte, Gorr lleva adelante su promesa de asesinar a todos los dioses por su vanidad inherente, argumentando que “está construyendo un mundo justo”. A medida que la cinta se desarrolla, Gorr observa como la vanidad que busca destruir se apodera de sus acciones y se refleja en él mismo.

Entonces, hacia el final de la cinta, el espectador queda al borde de la butaca, ansioso, en espera de las decisiones finales que tomarán los personajes de Bale y Portman. No es así con Thor, que una vez más queda enteramente sujeto al desarrollo de sus seres queridos y no queridos.