Thor 3D

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

La responsabilidad del príncipe

Todos los comentarios, antes y después del estreno de “Thor”, apuntaban a lo mismo: “Kenneth Branagh lleva la historia al terreno que mejor conoce: el drama shakespeariano”. Y a riesgo de sonar trillado, algo de eso hay. En todo caso, se impone cierto criterio de los últimos tiempos en los que se buscan directores que hayan hecho alguna cinta afín (como cuando lo tentaron a Darren Aronofsky, que venía de hacer “El luchador”, para que dirigiese “El ganador”).

En este caso, Branagh parecía el indicado para llevar adelante una historia llena de nobles inmortales, intrigas palaciegas y discursos grandilocuentes sobre la responsabilidad que implica la corona, algo cercano a la producción del Bardo de Stratford-upon-Avon.

En su momento, medio siglo atrás (a la sazón, en el Nº 83 de “Journey into Mystery”, de agosto de 1962), Stan Lee (uno de los más grandes de la imaginería popular del siglo XX, sin duda, padre del “universo Marvel”) actualizó y le dio un formato moderno y superheroico a los mitos nórdicos. Ahora, para el nuevo filme que Marvel Studios generó en la carrera hacia la cúspide que será “Los Vengadores” (en 2012), J. Michael Straczynski (uno de los recientes guionistas del cómic y uno de los mejores de la compañía, de los posteriores a la camada de Scott Lobdell y Jeph Loeb) redefinió la historia junto a Mark Protosevich, para generar el equilibrio adecuado entre los dos mundos entre los que se mueve el relato.

Pecados de familia

Hace mil años, los guerreros del Asgard (venerados como dioses por los escandinavos), encabezados por Odín, derrotaron a sus archirrivales, los gigantes de hielo, liderados por el rey Laufey. Privados de su fuente de poder, los gigantes se retiraron a su mundo de Jotunheim y comenzó una larga tregua.

Pasó el tiempo, y Odín crió dos hijos, Thor y Loki. El día en que Thor iba a ser ungido como sucesor al trono, un ataque sorpresa de los gigantes motivó una espiral de violencia que llevó a Thor a desafiar a Laufey en su propio territorio. Indignado, Odín castiga a su hijo, enviándolo como mortal al Midgard, nuestra Tierra, cifrando su poder en el martillo Mjolnir: si es merecedor de ese poder, podrá recuperarlo.

En tanto, en la Tierra, la joven Jane Foster está investigando fenómenos físicos junto al doctor Erik Selvig y su colaboradora Darcy Lewis. Mientras investigan una rara tormenta, se chocan (literalmente) con el exiliado príncipe. Así, Thor deberá adaptarse a este mundo, mientras tendrá que resolver con sus aliados de uno y otro lado del puente Bifrost (el pasaje entre los mundos) la intriga que encabeza su hermano Loki (no estamos contando demasiado: los lectores del cómic y los conocedores de los mitos escandinavos ya tienen una idea de quién es este personaje) que guarda secretos incluso desconocidos para él.

Puesta visual

La sospecha sobre Branagh podía tener que ver con su aptitud o no para llevar adelante una película de superhéroes, pero con gran oficio consigue el objetivo propuesto.

Como el lector habrá visto párrafos arriba, la historia es compleja, pero el guión y la puesta final logran hacerlo funcionar y “entrar” en menos de dos horas, con un ritmo que no afloja pero no abruma al espectador (el riesgo que se corre cuando se quiere meter mucho en poco tiempo).

Sin duda, uno de los puntos más fuertes de la cinta es el diseño de producción, desde la creación a la puesta en pantalla de escenarios, vestuarios y caracterizaciones, actualizando las ideas visuales que el legendario dibujante Jack Kirby pensó allá lejos y hace tiempo, y que pasó por muchas manos en todo este tiempo.

Desde los grandiosos escenarios del Asgard y la rica apariencia de sus habitantes, hasta el helado Jotunheim y sus oscuros habitantes, se logra un adecuado tono más centrado en la fantasía épica que en la tradición de los superhéroes.

Poker de actores

Chris Hemsworth da la apariencia física perfecta para el personaje, y logra hacer creíble la ampulosidad de un príncipe de fantasía. Por su parte, Anthony Hopkins puede hacer “de taquito” a su Odín; éste tal vez sea uno de los personajes más shakespearianos, junto con Loki, a quien Tom Hiddleston ya logra hacer sospechoso desde la cara.

Del lado mortal, Natalie Portman se coloca con buen oficio en la piel de Jane, mientras que Stellan Skarsgård hace lo propio con su doctor Selvig, aquel descendiente de vikingos que ve materializados sus cuentos de la infancia.

Entre los secundarios, se puede mencionar a Colm Feore (un oscuro pero reflexivo rey Laufey, a fin de cuentas un digno rival), Kat Dennings (poniendo el toque de humor como Darcy), Idris Elba en un papel parco pero clave, Heimdall (portero del Bifrost), y la bellísima Jaimie Alexander como la guerrera Lady Sif.

Entre las apariciones especiales, propias de estas películas, está el consabido cameo de Stan Lee (aparece en todas los filmes basados en sus personajes) y el de Straczynski (para no ser menos). Clark Gregg interpreta al agente Phil Coulson de la organización Shield (como en “Iron Man” 1 y 2, dando unidad a los filmes). Anticipando justamente ese filme, se puede ver fuera de créditos a Jeremy Renner (“Vivir al límite”) como el arquero Hawkeye, y a Samuel L. Jackson como Nick Fury (tal como en las de “Iron Man” y la próxima “Capitán América”)... pero sólo aparece en la escena oculta del filme (ya sabe, estimado lector, quédese hasta que terminen los créditos).

Todos ellos le dan carnadura humana a un cuento de fantasía épica, de príncipes buenos y malos, de traiciones y lealtades, con una moraleja importante: muchas veces los peores enemigos están en casa.