The Unicorn

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Bohemian Tragedy

La singularidad de este documental que pudo conocerse en el 21BAFICI obedece por un lado a la elección del período en el que fue filmado por los directores Isabelle Dupuis y Tim Geraghty (entre 2005 y 2007) más que a la presencia de una familia prototípicamente disfuncional, donde se destaca el protagonista Peter Grudzien, desconocido cantante y músico independiente que se lleva la particular etiqueta de único por haber escrito y tocado country homosexual. Algo de ese ícono tomado por el colectivo gay como bandera se remonta a uno de los trabajos The Unicorn (nombre de su disco) de este bohemio newyorkino, quien durante el film se resiste a un desalojo de una vivienda familiar en Astoria, New York.

Cuando deambula por calles de ese Estados Unidos más profundo, cuando entra en bares gays con karaoke para cantar desafinadamente ante la indiferencia del público son los momentos en que los documentalistas se entregan a esa incierta sensación de estar frente a un personaje persona. Otro momento es a partir de la aparición de su entorno, tal vez extraído de esos realities que están de moda en cable pero que para el caso de The Unicorn no son otra cosa que la muestra palpable de seres frágiles, de carne y hueso. Su hermana gemela Terry por ejemplo según palabras de su padre, Joseph Grudzien (a punto de llegar a los cien años de vida) es la peor desde el sentido de su esquizofrenia, mientras que Peter solamente lleva el mote de “hijo complicado”.

Si hay algo que prevalece en este derrotero con gusto agridulce es por un lado la presencia de melodías country compuestas por Peter, entre ellas una que utilizaron los Hermanos Coen en la película ¿Dónde estás, hermano?, sumado a un rico material de archivo familiar compuesto por diapositivas, fotos, recortes de diario, vinilos y objetos viejos en esa guarida llamada hogar. Por momentos, el Peter de la juventud recuerda por su fisonomía al legendario Moris, aunque la música de ambos sea diametralmente opuesta.

Pero pensando en Moris y su prédica “de nada sirve escaparse de uno mismo”, se podría decir que Peter Grudzien hizo lo que quiso en épocas donde la homosexualidad se castigaba con electroshocks; caminó cada calle de su Astoria con la frente elevada y el aspecto de libertad solamente envidiable para los mal llamados bohemios, aunque su bohemian tragedy fue mucho más pesada que una canción de música country.