The Unicorn

Crítica de Josefina Sartora - Otros Cines

El mayor mérito musical de Peter Grudzien había sido su disco The Unicorn, de 1974, considerado el primer LP de música country abiertamente gay, algo inusitado en el mundo heterosexual del country. Después de haber sido conocido por ello, Grudzien pasó a ser un outsider.

La francesa Isabelle Dupuis y y el estadounidense Tim Geraghty acompañaron al músico durante tres años en su retiro en Queens, Nueva York, donde vive, en casa de su padre casi centenario, con él y su hermana Terry. Y sólo sale para concurrir a marchas de orgullo gay o para tocar en ignotos clubs donde nadie parece reparar en él.

Indudablemente, Grudzien sale de los cánones: suerte de ermitaño en esa vivienda deteriorada donde se acumula toda clase de objetos: equipos electrónicos, instrumentos musicales, discos, videos, banderas -la de la Confederación sureña en sitio preferencial- y memorabilia. Allí evoca su vida, sus problemas mentales, económicos y familiares, generando una enorme melancolía.

Las figuras bizarras del protagonista y de su padre, y la de su hermana paciente psiquiátrica, con su máscara facial y sus memorias de tratamientos de shock, las pelucas, el hablar balbuceante, el ambiente decrépito y saturado, sus peleas, la paranoia, la locura de los tres personajes, hasta el leitmotiv del gato, todo remite sin escalas al célebre documental Grey Gardens (1975), de los hermanos Albert y David Maysles, Ellen Hovde y Muffie Meyer, sobre madre e hija Bouvier Beale, otros dos personajes border que hicieron de su vida un arte. Un arte povera, sí, pero poco convencional, con mucho de locura, y más cercano a la performance. Dupuis y Geraghty muestran el delirio y el pesar sin filtros, sin atenuantes.