The Post: Los Oscuros Secretos del Pentágono

Crítica de Matías Oniria - Visión del cine

¡EXTRA! ¡EXTRA! Con capacidad de sobra, Tom Hanks y Meryl Streep interpretan, en The Post: los oscuros secretos del Pentágono, a dos personajes íntegros que aprenden a trabajar en equipo en medio de un campo de batalla hostil. El camino hacia el crecimiento personal sigue siendo un acierto en las construcciones de Spielberg que, con adultez y buen pulso como narrador, nos recuerda, en esta reconstrucción de un caso paradigmático, que lo importante no es lo espectacular, sino el camino recorrido. No hay heroicidad, hay humanidad.
The Post: los oscuros secretos del Pentágono no es sólo una película de época porque esté ambientada en los ’70. El concepto de época pareciera cada vez reinventarse más profundo e incisivo. Ya no sólo somos conscientes de la época en la que se ambienta una historia por la moda, la jerga, la escenografía. A medida que la conciencia de época avanza, a medida que nos concientizamos como parte de una época, comprender a las anteriores desde aristas antes ignoradas es indispensable para la construcción y el entendimiento de lo que sucede hoy.

El cristal que The Post… nos pone para mirar ese hoy en el que se planta es efectivo. No es una película que psicoanaliza personajes para dejarlos tras la vidriera del pasado y la visión superadora. Es justamente eso: una película de personajes. De personas. Si The Post… no es más filosa al tratar ciertas resoluciones no es porque peque de ingenua o tibia, sino porque apela al romanticismo, sin grandes pretensiones, desde una trama que, luego de ofrecernos sus atractivos titulares, se deja fluir sin engaños. Y cumple. No vende humo.

Sí veremos humo de cigarrillo inundando atiborrados escritorios de trabajo, donde redactores de vista concentrada mueven con rapidez sus dedos sobre teclas de metal. Otros corren y hablan por teléfono, a veces en murmullos, a veces a los gritos. Entre tanto tac tac y tanta niebla, bien podríamos imaginarnos en medio de una guerra, donde la supervivencia depende de la información que se pueda conseguir antes de que lo haga el enemigo. Hay una urgencia, algo que late, vivo. Así que sí, un poco es una guerra.

El Washington Post dispara sus artículos poniendo su eje en intentar superar a su mayor adversario, el New York Times. Éste será el marco de contención para este thriller-drama que cuenta la historia de Katherine Graham, mujer que hereda, sin estar preparada para ello, la dirección editorial de un diario que antes había pertenecido a su marido (que terminó suicidándose) y anteriormente a su padre. Con una crisis en puerta, intentando volver sustentable la publicación, deberá involucrarse en diferentes esferas de poder que, hasta el momento, se habían acostumbrado a ignorarla.

Al mismo tiempo, documentos ultra secretos que dejan en evidencia las mentiras perpetuadas por el gobierno estadounidense en relación al conflicto con Vietnam se filtran y, por primera vez en la historia, el departamento de defensa amenaza a los periódicos con años de prisión para sus responsables si no acatan la orden de no publicar dichos papeles que, claramente, los comprometen. La cruzada por vender más da lugar a la ambición y al compromiso con la verdad en el jefe de redacción, Ben Bradlee, que cuestionará a Katherine sobre la postura que el Washington Post debe tomar al respecto, sin perder en el camino su lucha por la libertad de expresión.

The Post… plantea dilemas morales que no se basan en la moralidad de personajes principales a los que rápido entendemos por fuera de esas cavilaciones. Los que la película plantea sirven para erigir, con sutileza, otros aspectos de vulnerabilidad, donde el peso está en el reconocimiento del otro, en el aprendizaje de la causa compartida. La relación entre la confundida Katherine y el enérgico Ben es amena, nos resulta fácil empatizar con esa amistad, con ese respeto in crescendo que entre ellos se cultiva, siempre punzante pero bien intencionado. Replantearán sus anteriores relaciones con otros peces gordos de la Casa Blanca, comprenderán que los tiempos cambiaron… o son los mismos pero merecen ser revisionados: el poder nunca fue tu amigo.

La construcción del enemigo lo deja claro: un Nixon caricaturizado al que apenas vemos de espaldas, furioso con la prensa que no quiere ser funcional a sus intereses. Un villano típico, con poquitísimos segundos de escena pero efectivo. Es malo, punto. Y es actual. Es esa gracia para decir sin vueltas lo que no hace al meollo de la cuestión, tomando una postura sin concesiones que no intenta polemizar, lo que mantiene interesante y lúcida a The Post…

Spielberg cuenta una historia simple y sólida con un contexto que ayuda a dilucidar las asperezas de un presente, del nuestro. Sin apostar a la solemnidad, logra un personaje femenino fuerte, claro e interesante en una época (hoy, de nuevo) que pareciera que a menudo se siente obligada a cumplir la norma y no deja de vomitar productos políticamente correctos por encima de la elaboración de productos conscientes.

El director no teje una oda a la libertad de prensa sino que nos recuerda un suceso, con palabras claras, con un cuerpo de texto que no hace hincapié en la denuncia. No necesitamos revisar las fuentes que utilizó a la hora de escribir su película sobre la noticia. Su historia es una adaptación del pasado que no precisa ser completada con posteriores lecturas para juzgar la veracidad de lo narrado. La elección del tono y el punto de vista es estratégico e inteligente, ordena, marca prioridades, equilibra.