The Master

Crítica de Alejandro González - Indie Hoy

El gran cine

Paul Thomas Anderson, comenzó su carrera en Hollywood, como el nuevo “Scorsese”, asimilando el montaje de su segunda película “Boogie Nights” de manera muy similar al de “Godfellas” o “Casino”. Su forma de narrar era trepidante, contando historias de personajes huérfanos de afectos. Con su siguiente film, “Magnolia”, su carrera tomó un giro inesperado, quizás la gran película de la década recién pasada, una obra coral en que la palabra “maestra” le queda corta.

De ahí en más, el director americano, ha ido avanzando a un cine mucho más clásico, alejado de los arquetipos y las caricaturas propias de la mayoría de los creadores de su generación. “There Will Be Blood” (2007), es una película grandilocuente, donde las imágenes nos hacían recordar al mejor John Ford, en que sus protagonistas transmitían el salvajismo de una época, en que ganar a punta de escopetazos era la norma, en un Estados Unidos que explotaba sin misericordia sus recursos naturales.

En “The Master”, queda más claro el camino que se ha ido trazando Anderson: la búsqueda de contar historias centrada en sus personajes, en que el entorno sea parte de esa misma narración. De ahí su obsesión por filmar en 65 mm., algo inusual, ya que la norma es 35 mm. Es decir, mostrar en toda su dimensión el peso de la imagen, de una época en que Estados Unidos, embriagado por la victoria en la 2ª Guerra, deriva en un camino de pubertad religiosa, entregada a contemplar la aparición de numerosos líderes carismáticos.

“The Master” cuenta la historia de Freddy Quell (interpretado por el extraordinario Joaquin Phoenix), un ser inestable, que luego de pelear como marine en el Pacífico, da tumbos en una sociedad a la que no se adapta. En este camino tortuoso, que lo lleva al desempleo y a vagar como errante, hasta que se encuentra con Lancaster Todd (Phillip Seymour Hoffman, nuevamente vuelve a brillar con Anderson) el líder de una incipiente secta que busca sanar a las personas mediante su “reeducación”, quien recluta a Quell como a un verdadero soldado, un brazo derecho al servicio de su obra.

La propaganda no oficial de este film, hablaba de una verdadera biografía del creador de la Cienciología, Ron Hubbard. Sin embargo, la historia que nos cuenta Anderson trata sobre dos personajes salvajes, que se atraen de manera brutal, enmascarados en creencias burdas. Para Todd, la transformación de Quell, se convierte en su leit motiv, su obsesión. El camino de este supuesto cambio parece dar un paso adelante y dos atrás, lo que contagia al entorno del gurú, que no logra entender la obstinación de su líder con este sujeto que a ojos del resto, vale tan poco.

En la parte final de Rocky IV, Balboa gritaba eufórico “Todos podemos cambiar”. Al contrario de esa idílica escena, Anderson parece creer que los cambios son tenues, grises, plasmables en pequeños gestos, pero que al final del día, en una suma y resta, los demás no perciben.

Con “The Master” Paul Thomas Anderson se matricula como uno de los grandes directores de cine en las últimas décadas, entregándonos una película oscura, compleja, sutil en las referencias, que no debe reducirse a un ensayo sobre una secta, sino verse en la dimensión de lo que es: es el despliegue de un gran cine, uno que ya no se hace, de un clasicismo visual ambicioso, donde los personajes con sus miradas, con sus rabietas y sus silencios, con sus axiomas y sus interrogantes, que sucumben a la exposición de sus creencias, pero que no pueden cambiar sus propias esencias, esas que los desnudan como seres básicos, y tristes. Muy tristes.