Testigo íntimo

Crítica de Carolina Taffoni - La Capital

Muchas manos en un plato

El planteo de “Testigo íntimo” en principio es interesante: un thriller psicológico visto desde la perspectiva de una sociedad donde la tecnología aumentó a niveles impensables la vigilancia y la paranoia. El protagonista es Facundo, un abogado joven y exitoso, que mantiene un romance clandestino con la novia de su mismísimo hermano. Cuando la amante en cuestión aparece asesinada, la relación entre los hermanos entra en una espiral violenta de sospechas y conspiraciones. El director y guionista Santiago Fernández Calvete (que debutó el año pasado con “La segunda muerte”) maneja bien los códigos del policial negro y logra mantener la tensión, haciendo eje en el engaño y la culpa. El problema es que el director se enreda en demasiadas vueltas de tuerca y trucos gratuitos, con actuaciones rígidas y mal marcadas. Al mismo tiempo busca ensayar una reflexión sobre una sociedad invadida por las redes sociales y los organismos de control, y lo hace a través de un montaje paralelo (en un interrogatorio judicial), lo cual sólo aporta confusión y un discurso acartonado. Hacia el final la película se torna pretenciosa y sobrecargada, y se queda a mitad de camino entre la reflexión social y el thriller.