Terror en el bosque

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Esta producción es de terror en el más amplio espectro de la palabra, creo que muy pocas veces pueda ser mejor utilizado este vocablo. Espectro, ya que ésta realización es de entrada, y como una buena definición, una sumatoria de lugares comunes (concepción matemática), dentro de una selección de personajes idiotas (concepción médica de la inteligencia), que son perseguidos por un peligro que se presenta durante casi el 90 % de la cinta de manera fantasmal (concepción literaria).

No quiero ahondar en lo políticamente correcto o incorrecto de lo que intenta desplegar el texto fílmico, pues ya me parece que sería hilar demasiado fino, y no se lo merece.

La historia se centra en un grupo de amigos invitados por dos hermanos, Brian y Matt, cuyo único deseo es tener una fiesta desatada, irracional, con sus amigos en una cabaña en medio de un bosque, propiedad del tío de ambos, abandonada hace años.

Deducen que este aislamiento les proporcionara un espacio privilegiado para tal fin: saben que se abandonó hace mucho tiempo y creen que no hay vecinos que puedan quejarse por el ruido.

Lo que si saben, pero le restan importancia, es la razón por la que ese lugar fue abandonado: el legendario Pie Grande vive en ese bosque del este de Texas, también saben que el abominable ser sólo ataca si es molestado.

El director Eduardo Sánchez, uno de los responsables del recordado “El proyecto Blair Witch” (1999), retorna al género de terror apuestndo al mismo recurso, copiando la idea de "la cámara en mano" e intentando construir un relato con personajes similares, grupo de jóvenes que se internan en algo del orden de lo desconocido, creyendo que eso sólo bastaría.

Varios son los elementos que se pueden señalar como para definirlos como una caterva de imbéciles. Pregunta ¿quién llega a una cabaña abandonada, desconocida, en medio de un bosque en plena noche? Así empieza la historia. Para seguir con uno de esos idiotas que nunca suelta la cámara de video de su propiedad, que es con lo que registra todos los sucesos. Entonces que alguien explique cómo puede él mismo aparecer en pantalla con esa filmadora en la mano enfocando al “monstruo” que no se ve.

Para darle un tinte claustrofóbico ese grupo queda, primero, atrapado en la cabaña, nunca logra el clima que busca, aunque están acechados por el mal personificado, quien termina por destruirla y, luego, los sobrevivientes se refugian en una casa rodante. Demasiado tonto todo, ¿no?

Nada hay que pueda ser rescatado en toda la producción, ni la belleza física de sus interpretes, pues es tal el grado de estupidez que lo único apreciable se esfuma.