Terremoto: La falla de San Andrés

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

El cine “catástrofe” tuvo su verdadero auge en la década del setenta con maravillas como “Aeropuerto” (Airport, 1970), “La Aventura del Poseidón” (The Poseidon Adventure, 1972), “Terremoto” (Earthquake, 1974) e “Infierno en la Torre” (The Towering Inferno, 1974), como para citar algunas. Películas que conminaban la acción trepidante, el drama más humano, la aventura, un elenco súper destacado y, por supuesto, los últimos avances de la época en efectos especiales.
A partir de la década del noventa, directores como Michael Bay (“Armageddon”), Mick Jackson (“Volcano”), Mimi Leder (“Impacto Profundo”) y Roland “te rompo todo” Emmerich trataron de reflotar este subgénero con mayor y menor éxito, haciendo uso y abuso de las nuevas técnicas por computadora y totalmente alejados de ese espíritu de hermandad y heroísmo que exudaban los clásicos setenteros. Las historias se volvieron ñoñas, los efectos se convirtieron en los verdaderos protagonistas y el “cine catástrofe” en sinónimo de explosiones y temas melosos de Aerosmith.
Ahora, el director Brad Peyton –un tipo con poca experiencia tras las cámaras, pero que ya incursionó en la aventura de la mano de “Viaje 2: La Isla Misteriosa” (Journey 2: The Mysterious Island, 2012)- anda con ganas de devolverle al género un poco de dignidad y el resultado, a pesar de quedar a mitad de camino, no es tan malo.
“Terremoto: La Falla de San Andrés” (San Andreas, 2015) sigue las peripecias de Ray (Dwayne Johnson), un experimentadísimo piloto de rescate que en medio del desastre debe buscar la forma de atravesar toda California para llegar hasta San Francisco junto a su ex esposa (Carla Gugino) para rescatar a su única hija Blake (Alexandra Daddario), atrapada en una ciudad que se derrumba en medio del peor terremoto al que estuvo sometida la costa Oeste norteamericana.
El guión de Carlton Cuse (“Lost”, “Bates Motel”) juega con el drama familiar –una pérdida que desencadenó la separación-, cierta “verosimilitud científica” y el espíritu de supervivencia de los personajes, pero el protagonista principal sigue siendo el caos y el desastre que se cuela por todos los rincones de la pantalla, sin darnos respiro para prestar atención a los detalles, ni a los afectados a encontrar un lugar donde guarecerse.
Todo se derrumba, se inunda, explota… pero de la mano de la joven Blake y los dos hermanos ingleses que la acompañan en la travesía (incluyendo al pequeño Rickon Stark - Art Parkinson-), el relato no parece tan descabellado y consigue un par de situaciones bastante creíbles. Claro que hay un poquito de romance en medio de la tragedia, y es papá y mamá los que llegarán al rescate, pero Daddario consigue convertirse en la heroína ocasional que sabe desenvolverse en medio del caos sin histeriquismos, usando sus habilidades y la cabeza.
“Terremoto: La Falla de San Andrés” está a años luz de “Mad Max: Furia en el Camino”, pero sigue la misma línea de igualdad femenina que parece querer ponderar las películas de acción del siglo XXI. Las chicas dejan de ser víctimas o damiselas en peligro, para tomar al toro por las astas y las cartas en el asunto.
Así, el film se divide en dos: las peripecias de Blake en San Francisco y la de sus padres yendo a su encuentro mientras California colapsa bajo la falla geológica más famosa del mundo. El desastre es exagerado y la historia no puede evitar los lugares comunes, pero se permite usarlos a su favor y cumplir el objetivo de entretener y maravillar al espectador con sus escenas catastróficas que se disfrutan mucho más de la mano del 3D. Peyton se contiene y no cae en el absurdo sin sentido de Emmerich, pero en ningún momento nos olvidamos que estamos ante una película cargadísima de acción protagonizada por The Rock que, por suerte, acá le acierta al personaje, un rudo que se permite demostrar sus emociones.
“Terremoto: La Falla de San Andrés” es puro entretenimiento y exceso, pero no indigna al punto de Miguelito Bay. A los científicos se los pondera (de la mano del siempre genial Paul Giamatti), todos la pasan mal por igual y la naturaleza avanza sin que nadie la pueda detener.