Terminator: Destino oculto

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

Los spin off, reboots, remakes, precuelas, secuelas, crossover, suelen ser recursos de la industria para reciclar algunas de las películas más taquilleras de la historia. Ese es el caso de “Terminator: destino oculto”, producida según el gusto por la grandilocuencia del productor James Cameron, detrás también de toda la saga de la franquicia protagonizada por Arnold Schwarzenegger y de otros filmes canónicos de Hollywood como “Titanic” y “Avatar”, entre muchos otros. Además del enorme despliegue tecnológico que permite a los Terminator adoptar distintas apariencias, desarrollar extremidades mortales o desdoblarse, el director Tim Miller le suma efectos y una banda de sonido intensa que acompaña de manera persistente cada segundo de las dos horas de película.

   El pasado, el presente y el futuro vuelven a guiar la trama que nuevamente transita el tópico de la aniquilación de la humanidad por parte de las máquinas. Allí están para verse de nuevo las caras Sarah Connor (Linda Hamilton) y T-800 (Schwarzenegger). Así como Sarah fue la víctima de T-800 en el pasado, ahora la perseguida por la nueva avanzada de máquinas es Dani Ramos (Natalia Reyes). Dani, además de ser una heroína femenina, integra una larga lista de actores y actrices del elenco de ascendencia mexicana, con lo que el filme también cumple con el precepto de la inclusión y la diversidad.

Esta vez T-800, después de 30 años viviendo como humano, desarrolló cierto sentido de nobleza y cumplirá un nuevo rol en la historia. Miller, que tuvo un gran desempeño como director de la paródica “Deadpool” y en algunos de los capítulos de “Love, Death & Robots”, surfea entre el homenaje y la renovación del personaje.