Terminator: Destino oculto

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

El retorno de la perfecta maquina asesina, (no hablo de tiburón), producía previo a su realización temor, incertidumbre, hasta deseos de verla.

El regreso de una de las heroínas más eficaces y mejor construidas en la historia del cine provocaba sensaciones similares, ver que fue de Sarah Connor, o que fue de la mismísima Linda Hamilton. En este sentido ambas cumplen satisfactoriamente, la actriz sigue siendo bella, ella y su personaje envejecieron bien.

El otro punto que llamaba a la espera, sin demasiadas esperanzas, era develar el paso del tiempo en el Cyborg asesino y en este punto la evolución del actor no va de la mano con su personaje. El primero se toma en broma a sí mismo, eficientemente, mientras su personaje es una pobre caricatura de lo que fue o pudo haber sido. Sin justificación narrativa sigue siendo metálico, pero ya no es un autómata con respuestas codificadas, ahora siente, piensa, planea, es un abuelo común y corriente desde lo visible, sólo le falta llorar, claro que en la segunda película de la saga, el Terminator declara que es algo que nunca podrá hacer.

Dicho esto como introducción, pues no se sabe a ciencia cierta que implanta esta nueva entrega, si una secuela de la nombrada “Terminator 2” (1991) o el inicio de una nueva historia como la creación de un universo ya instalado con otro relato. Elementos que se repiten hasta el hartazgo y otros nuevos que apuntan lo que en Hollywood suponen que resignifica lo políticamente correcto. Pero también en este rubro queda en deuda.

La historia se centra en Sarah Connor (Linda Hamilton) quien junto a Grace (Mackenzie Davis), una mujer mejorada cibernéticamente enviada desde el futuro, se hacen cargo de proteger a Dani Ramos (Natalia Reyes), la nueva líder de la resistencia contra las maquinas, una joven de evidente origen mejicano, la persigue un nuevo terminator (Gabiel Luna) Rev-9, enviado desde el mismo nuevo futuro al igual que Grace, por supuesto, y no podía ser de otra manera, con claros rasgos latinos.

Pero para ello deberán recurrir a la ayuda de un reconocido desconocido, el terminator original (Arnold Schwarzenegger), a quien, discurso mediante, Sarah quiere destruir como objetivo primordial.

Ergo la latina será lo que tenga que ser, pero sólo será si la ayudan los caucásicos, obvio.

Todo esto envuelto en una catarata de escenas de acción, en las que los efectos especiales son la vedette, claro que muy bien resueltas, pero que en realidad nada agregan, no hay sorpresas ni suspenso, sólo algunas nuevas cualidades del terminator. El guión literario parece una mera copiar y pegar de las dos primeras, haciendo más referencia a la segunda.

Esta nueva entrega también produce el retorno de James Cameron, pero sólo en la producción, ni en el guión a cargo de David S. Goyer, Justin Rhodes y Billy Ray, mientras la dirección la dejo en manos de Tim Miller, el director de “Deadpool” (2016), como dato referencial.

Un filme de estructura clásica, con desarrollo lineal, sin demasiadas sorpresas, previsible, y que en realidad termina por extirparle el alma que dio origen al personaje, hasta por momentos parece una burla sobre la que intenta sustentar.

El grave problema es que al finalizar uno sigue a la expectativa de sentir temor por una continuación de este nuevo universo instalado sin estructura propia. o incertidumbre si quiere.

Que esta producción está bastante por encima en tanto realización que sus tres anteriores, temporalmente hablando, no es un parámetro de bondad, no la salva ni las buenas actuaciones.