Tengo ganas de ti

Crítica de Damián Serviddio - Suplemento Espectáculos

Cuesta creer que Tengo ganas de ti, basada en la novela homónima de Federico Moccia, haya sido un suceso de taquilla en el último verano español, logro que a simple vista no garantiza absolutamente nada. Bien sabemos que éxitos de venta de entradas no siempre equivalen a buen cine. En esta suerte de continuación de “Tres metros sobre el cielo” Hache deja Londres y regresa a su tierra natal, donde años antes vivió un intenso primer amor junto a Babi. Decidido a reconstruir su vida e intentar conseguir algo de felicidad entre tantos recuerdos que lo atormentan, conoce a Ginebra, artista, cantante, alegre, enérgica y con un espíritu indomable. La candidata perfecta para empezar de cero, hasta que Babi vuelve a cruzarse en su camino y todos los demonios del pasado regresan para confundirlo.

La intrascendencia es el eje central de esta historia: nunca parece suceder nada importante, son eternos 120 minutos en los cuales ninguna situación parece conducirnos a algún sitio. Si el guión no colabora en mucho, menos lo hacen las endebles actuaciones. Allí está como protagonista Mario Casas: mucho músculo, mucha pose de foto con la famosa boca de pato y los ojos entrecerrados… el talento actoral brilla por su ausencia.