Tenet

Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

Que la palabra sea un palíndromo y que en inglés signifique principio son apenas los indicios para saber que Christopher Nolan, con muchísimos seguidores fieles, nos propone otra vez como en “El Origen” meternos en un film inmersivo, que nos hipnotizara inevitablemente. Es un cineasta que sabe lo que hace, con todos los efectos técnicos y que provocará que muchos espectadores apenas terminen de ver el film sientan en irrefrenable impulso de experimentar una segunda vez. El mejor concejo es dejarse llevar sin tratar de entender exactamente todo, como para que el film no irrite y si entretenga. La elección del nombre tiene que ver con el cuadrado de Sator, un enigmático superpalíndromo que se encuentra a lo largo de la historia con interpretaciones religiosas, lógicas, misteriosas y discusiones sin fin, donde aparece la palabra Tenet (busquen, la historia es fascinante). El film comienza con una trepidante escena de acción en un teatro durante un concierto, repleto de gente. Termina con el protagonista (no tiene nombre) torturado, aparente muerto y resucitado, con un jefe que le habla de una misión importante, evitar una guerra mucho peor que Armagedón. Una científica le (nos) explica que en el futuro están fabricando un arma que lo provocará la destrucción total y que eso se deduce de restos que llegan a nuestra realidad, y de cómo se mueve el tiempo real hacia adelante y el del futuro hacia atrás para nuestra percepción. El tiempo invertido. A partir de ahí las escenas de acción son un prodigio y todo lo que ocurre abruma con datos que a veces no comprendemos pero que si nos relajamos, con instinto, sentidos y no con intención lógica de comprender todo, tendremos un disfrute del principio al fin. O la vemos otra vez como quien escribe. No es una gran película, es el despliegue apabullante del talento de un director, que nos presenta una parafernalia sofisticada, complicada, porque puede hacerlo. Aunque un poco fría, con personajes y un protagonista que no nos produce empatía, como ese villano formidable que es Kenneth Branagh, o la aparición en rol secundario de Robert Pattinson, porque a John David Washington el rol le queda un poco grande. Para provocar polémicas o simplemente fascinarse. Ciento cincuenta minutos de atención absoluta.