Tenemos que hablar de Kevin

Crítica de Narciso Vasquez - Loco x el Cine

¿Cómo nace el mal, cómo se nutre? ¿Es responsable de él quien lo engendra? ¿Su desprecio y rechazo son justificantes o agravantes? Esta son solo algunas de las preguntas que presenta ésta interesante y compleja película psicológica.

Perturbadora e inquietante, la cinta nos presenta a través de un desarmado rompecabezas, la vida de Eva Khatchadourian (Tilda Swinton- sensacional), en un momento en el que es una persona alienada, odiada y acosada por una sociedad que pareciera tener todo el motivo para demostrarle esta antipatía. Poco a poco la directora nos va develando a Kevin, su primogénito, un niño que desde su concepción pareciera odiar y despreciar a su madre.

Durante la primera mitad del film descubriremos como es que este odio va creciendo y abalanzándose sobre toda la comunidad. Para después demostrarnos una verdad que ni la madre, ni nosotros deseamos afrontar. Kevin comprenderemos es un monstruo, en el verdadero, crudo y estricto sentido en el que una persona puede convertirse en un ser despreciable y aborrecible.

Sin embargo, la película aborda no sólo este tema, sino que nos presenta la disyuntiva de la responsabilidad, las obligaciones y las culpas que pareciera van implícitas en el cariño y en el amor maternal. Kevin pareciera no merecer ningún tipo de afecto, ni empatía y sin embargo tampoco nos elude el hecho de que pareciera que Eva es de alguna forma causa y efecto.

Tenemos que hablar de Kevin no es una película sencilla, genera ambientes y sensaciones con una edición desordenada, una cámara intrusiva que se mete desde las pupilas hasta las entrañas de los personajes y con una banda sonora que violenta casi de la misma forma que las imágenes.

El desenlace es formidable no porque se descubra la tragedia, sino porque nos demuestra que nuestros personajes son más humanos y reales de lo que realmente nos atrevíamos a suponer. De esta forma la directora toma una postura y nos propone que la sangre es más fuerte que la razón.

La mejor película del 2011, estará plagada de premios, sin duda alguna, los cuales además de reconocer el gran trabajo histriónico de sus protagonistas (mención especial a Ezra Miller y Jasper Newell) y el de la directora Lynne Ramsay. Pero principalmente las preseas deberán ayudar a reconocer a la sociedad algo aún más terrorífico, en el fondo no es la capacidad de odio lo que nos hace repudiar a Kevin, sino nuestra imposibilidad e ignorancia para entender al igual que su madre que hay en su cabeza.