Temporada de caza

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

Temporada de caza
Por Alejandra Portela -15 septiembre, 201700
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La ópera prima de Natalia Garagiola acaba de ganar en el Festival de Venecia el Premio del Público en la Semana de la Crítica, y muy rápida y oportunamente se estrena en Buenos Aires.

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Uno de los primeros aciertos que tiene este film argentino realmente notable, salido de la cantera de la Universidad del Cine y la productora de Gonzalo Tobal (director de Villegas), es sin duda la elección de su protagonista: Lautaro Bettoni tiene una presencia en pantalla como hace rato no se veía. Un personaje muy Xavier Dolan: el adolescente rebelde, acuciado por la muerte reciente de su madre y por la circunstancia de vivir obligatoriamente con un padre que no reconoce y un ambiente al que no se adapta, le cabe perfecto a este jovencísimo actor de teatro seleccionado en el casting que lo hace debutar en el cine. La química de Bettoni con Germán Palacios y esa relación padre-hijo que construyen, va mutando en distintas tonalidades de dureza y frialdad hacia lugares de encuentro que tienen que ver con el conocimiento del otro.

Temporada de caza está filmada en Neuquén, el paisaje es el imponente espacio nevado de Chapelco. Durante toda la historia, Nahuel mantiene su ropa de ciudad, el contacto con un grupo de jóvenes lo adentra en todos los tips de los adolescentes sureños: desde la cerveza hasta el hip hop, o el graffiti en un vidrio que se transparenta en el lago; también la reunión junto al fuego con los cazadores amigos de su padre lo irá amigando con ese entorno tan distinto al suyo: el de las armas que van a tener a lo largo del film un lugar importante.

Otro gran acierto es el punto de vista. En la primera secuencia hay una pelea entre jugadores de rugby que es visto desde la mirada del grupo de jugadoras de hockey, y una de ellas en particular. Nunca se entiende mucho desde el punto de vista femenino el estallido de la violencia masculina. Tampoco la dureza de las relaciones. El breve encuentro entre el padre biológico (Germán Palacios) y el padre adoptivo (Boy Olmi) está más cargado de silencios que de palabras. Y esto es lo parece enfatizar la enunciación, siempre alimentando una distancia suficiente como para notar la frialdad y sequedad que el relato sostiene y que parte de esa primera escena. También hay una cuestión de relevancia y es la de la pertenencia a una clase social.

El tercer y último logro de Temporada de caza es que no tiene audacias formales, y no está limitado por eso: sus planos generales y panorámicos son esperables, descriptivos, contenedores de situaciones y personajes, podríamos decir que la película de Garagiola tiene una hibridez amable entre el cine de sugerencia y el buen clasicismo cinematográfico.