Teen angels: El adiós 3D

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

Energía adolescente sobre el escenario

Cada vez es más frecuente la realización de un documental en 3D alrededor de una banda juvenil, lo que genera una especie de subgénero donde se cruzan la industria discográfica, el cine y los fugaces ídolos adolescentes. Es también el caso de esta película sobre una banda originada a partir de la exitosa serie televisiva “Casi ángeles”, grupo teen que emergió al calor de aquel fenómeno mediático y se convirtió en suceso para idénticos adolescentes y púberes.
El concierto posee una edición ágil, con un registro desde varios puntos, algunos con cámara grúa. Se intercalan entrevistas a los integrantes: cada miembro del quinteto responde generalidades parecidas pero por separado, sobre el escenario del Gran Rex vacío. Apenas uno de ellos, “Nico”, escapa de las acartonadas y predecibles respuestas de sus compañeros, porque además de poner literalmente el cuerpo, sus confesiones son las más espontáneas y sinceras, en tanto reconoce sus limitaciones y temores: “Al principio del proyecto, a mí me decían que no podía cantar”, confiesa entre lágrimas y tambien admite que “para bailar me sentía más duro que un adoquín, paralizado...”.
Tan prolijo como superficial
Todo en este documental tiende a resaltar el espectáculo, la puesta en escena. Hay muy poco del backstage, rápidos preparativos y algunos comentarios breves antes de salir al ruedo. La participación del público, formado por púberes con sus madres y adolescentes de clase media, se enmarca siempre con miradas arrobadas, palmadas y aullliditos controlados. Se lo registra en masa, cuando se amontona en las puertas del Teatro Gran Rex y cuando forma filas para entrar, pero llama la atención que por un lado se les dé a los fans protagonismo durante muchos tramos del show, a través de primeros planos que los encuentran emocionados y arrobados ante sus ídolos, aunque entre ellos no se encuentra una sola declaración a cámara. Nunca se les da la palabra para hablar del grupo de sus sueños, evidenciando un vínculo distante, paradójicamente tibio y contenido. Una mayor cantidad de tomas desde el medio de los espectadores le hubiese dado mayor vértigo y calor al registro siempre prolijo y demasiado cuidado, como todo producto que quiere capturar solamente caras lindas, mohínes, letras melosas y emociones superficiales. Los temas son invariablemente convencionales: se parecen todos entre sí: hablan de lo mismo, con la misma rima y los mismos tópicos. Se pierde la cuenta de las veces que aparecen las palabras “corazón”, “sol”, “amor” y otras agudas acentuadas en “o” en letras edulcoradas, más lacrimógenas que emotivas, siempre sobrevolando abstracciones generales, dispuestas a salvar al mundo, a rescatar los sueños y a recordar que después de las tormentas sale el sol.
El hecho de que con excepción del quinteto, lo demás permanezca en la sombra, hace que los verdaderos músicos del espectáculo sean audibles pero invisibles (ni siquiera se los nombra). Porque los Teen Angels cantan y bailan pero no mucho más, incluso sobre el número del piano, Nico confiesa que es la única canción donde sabe cómo tocar las teclas.
En su formato tradicional “Teen Angels: El adiós 3D” es visualmente atractiva y transmite mucha energía adolescente pero solamente cumple el objetivo de registrar -a su manera- el final de una banda y un fenómeno que encantó a miles de jóvenes durante sus más de seis años de existencia. Convoca a los fans del grupo que quieran revivir el show pero nunca va más allá de la inmediatez de su premisa inicial, ni se lo propone.