Ted

Crítica de Juan Pablo Ferré - CinemaScope

Entre la irreverencia y la cursilería

Cuando Seth MacFarlane creó Padre de familia su tarea era difícil: pelear palmo a palmo, capítulo a capítulo, con una serie animada con un público cautivo y contento desde hacía casi diez años. Su programa era superficialmente similar a The Simpsons, la historia de una familia norteamericana tipo (en ambos casos, matrimonio con tres hijos) cuyo padre es un perfecto idiota. Fueron los condimentos lo que la diferenciaron (el perro parlante que es el único bastión de la sensatez dentro de la casa, el niño que tiene planes para matar a su madre y, por qué no, dominar el mundo, la joven adolescente que es el chivo expiatorio de todo lo malo que le sucede a la familia) pero fue más que nada su personalidad lo que llevó a crear su público propio: esa cuestión de irreverencia permanente, de chiste grueso, de humor negro, de reír sobre absolutamente todo y más. Si el chiste más cínico de Los Simpsons es hablar de abandonar a la gente mayor y mostrar al abuelo en soledad atendiendo un teléfono que nunca sonó, Padre de familia redobla la apuesta y se ríe de las hambrunas, la pedofilia, las enfermedades sin el menor resquemor. Así también fue American Dad: misma estructura familiar, pero metidos de lleno en temas políticos, con un protagonista agente de la CIA, autoritario y bien republicano. Ese fue el tono particular que adoptó MacFarlane, un cinismo extremo, escandaloso, brutal, sin miedo al qué dirán.

Ted es la primera película con actores en pantalla dirigida por el creador de Padre de familia y American Dad. Cuenta la historia de un niño y su mejor amigo, un osito de peluche que cobra vida milagrosamente y lo acompaña fielmente hasta que se vuelve un muchacho grande. Con ya 35 años, John Bennet (Mark Wahlberg) tiene una relación de varios años con su novia Lori (Mila Kunis) y las cosas se van tornando más serias. El problema es que John es demasiado apegado a su oso Ted, que a pesar de ser su mejor amigo en el mundo, parece no ser una buena influencia.

Desde el aspecto técnico, Ted es deslumbrante. El osito (cuya voz interpreta el propio MacFarlane) es protagonista del filme, por lo que aparece en pantalla, interactuando con el resto de los personajes durante el 90% del metraje. El oso digital es capaz de hablar, moverse, abrazar, destapar una cerveza, hacer el amor con una rubia en un galpón de un mercado y hasta matarse a golpes sin que haya en ningún momento algo que suene raro a la vista o haga descreer de la situación.

Ted es un filme que logra su propósito de entretener. Las risas comienzan desde bien temprano, con una voz en off que nos cuenta la historia del niñito y su oso y dice cosas como: "y sabemos que nada es más poderoso que el deseo de un pequeño... excepto un helicóptero Apache. El helicóptero tiene ametralladoras y misiles. Es una tremenda máquina de matar". Pero si Ted tiene un problema es que la historia sólo sirve para vehiculizar algunos gags. En algún punto del proceso creativo, MacFarlane no se decidió si quería hacer una película de fantasía infantil o una comedia irreverente y sin filtro. El resultado final es ambas cosas, es decir, un pastiche extraño en donde chistes sobre el cáncer del ciclista Lance Armstrong, sobre prostitutas que defecan fuera del baño y sobre el actor que interpretó a Flash Gordon esnifando cocaína en una fiesta quedan enmarcadas en una innecesaria historia de milagros, llantos, amistades duraderas y estrellas fugaces que no tienen ton ni son dentro de lo que el filme viene mostrando, en un cuentito muy formal y muy serio que está a años luz de la parodia y bien empapado en la cursilería de una película infantil de un sábado a la tarde. Toda la subtrama protagonizada por Giovanni Ribisi, absolutamente rebuscada y ridícula, también hace su aporta hacia ese costado de fantasía que es claramente opuesto al espíritu de la película.

Al igual que Días de vinilo, Ted también está lleno de referencias culturales, en este caso más orientadas todavía hacia algunos clásicos de culto de los años ochenta, como la mencionada Flash Gordon (con una memorable participación de Sam Jones, protagonista de aquel extraño filme) y Top Gun, pero también hacia otras iconografías más modernas, como algunos cameos sorpresivos de artistas un poco más actuales.

Mark Wahlberg trabaja aquí del mismo modo que en aquel papel que interpretó junto con Will Ferrel en The other guys (Adam McKey, 2010) o acompañado por Steve Carell y Tina Fey en Date Night (Shawn Levy, 2010), es decir, en piloto automático, haciéndose el tonto, lento, exagerado, gritón. Muchas de sus actuaciones dejan mucho que desear, como aquella espantosa interpretación en El fin de los tiempos, la película que comenzó la debacle definitiva de M. Night Shyamalan. Pero también lo hemos visto bastante bien en papeles serios como en El luchador (David O. Russel, 2010), Los infiltrados (Martin Scorsese, 2006) o Dueños de la noche (James Gray, 2007). Se ve que con Wahlberg nunca sabremos qué esperar, aunque en este papel logra generar algunas risas a pesar de que cansa con la repetición de sus pocas herramientas. Pensar que el mismo MacFarlane se burlaba de su actuación en Padre de familia ("Ahora volvemos con Mark Wahlberg en "Molesto y confundido"). El resto del elenco acompaña correctamente, siendo Ribisi quien se destaque un poco más, pero con un papel que no estuvo bien desarrollado por el guión.

Es innegable que Ted es una película divertida y ese es su objetivo: entretener, hacer reír. Lo que es cuestionable es si las risas que genera este filme son más o de mejor calidad que las que provoca un capítulo al azar de alguna serie de Seth MacFarlane. Lo que no se puede discutir es que si el creador de Padre de familia tenía tantas ganas de contar una historia con un osito y meter toda esa batería de gags bien metidos, podría haberle puesto más atención al hilo argumental y mantener el espíritu irreverente y cínico que tantos réditos le ha generado en vez de volcarse a fantasías bobas, milagritos de estrellas fugaces y vueltas de tuerca en nombre del amor y la amistad.