Ted Bundy: Durmiendo con el asesino

Crítica de Rosana López - Fancinema

DIABÓLICAMENTE ENCANTADOR

Acercarse a Extremely wicked, shockingly evil and vile para conocer la vida del asesino serial más encantador que supo tener Estados Unidos puede ser una buena referencia si nada se sabe de esta escalofriante historia, pero bajo una visión acotada que no cuenta sus fechorías. Por ello puede ser un buen puntapié para que curiosos luego ahonden en su macabro historial de muertes. En cambio, para quienes saben de esta figura maléfica condenada a la silla eléctrica en el 89′ y toda su secuencia delictiva/psicokiller, el presente film aporta una perspectiva diferente y “humana” basada en los relatos de por aquel entonces su enamorada. Como también en lo que significó la postura de Bundy ante la Justicia, con la televisión abierta su emitiendo su juzgamiento como un partido de fútbol.

Para conocer en detalle el perfil psicológico de este destacado engendro llamado Theodore Robert Cowell Bundy y sus 30 asesinatos declarados a jóvenes universitarias -incluyendo una niña de solo 12 años- será necesario lidiar con la brillante serie documental Las cintas de Ted Bundy, de Netflix, firma que también es responsable de esta obra en cuestión. Aquí se prefiere incursionar una perspectiva más poética y “normal” de la persona por sobre el personaje. De ahí que no se narren los sucesos en cadena que tuvieron en vilo a siete estados durante cuatro años, como tampoco en detalle la defensa o posible libertad de cargos hacia el intelectual monstruo, sino que se arma una estructura similar a la interesante My friend Dahmer.

En Extremely wicked, shockingly evil and vile, la realidad supera a la ficción a partir de la adaptación del libro El príncipe fantasma, de Elizabeth Kloepfer bajo el seudónimo de Liz Kendall, la mujer que compartió su lecho y familia durante seis años de relación, quien pudo documentar en primera persona el desconcierto de descubrir la doble vida de su prometido, sintiendo una doble traición con una carga atroz impensada. Tanto Kloepfer como el film retratan a Bundy como un tipo atractivo, sumamente encantador y brillante, con una Licenciatura en Psicología y estudios incompletos en abogacía y con una capacidad mitómana asombrosa para mantener una enfermiza doble vida, un hombre muy galante con las mujeres que supo utilizar esa cualidad desde lo empático como desde lo físico para sacar provecho a sus cometidos y enfatizar a posteriori su inocencia. Ahí tenemos como ejemplo a la que fue su última mujer y admiradora, Carole Anne Boone, cuyas visitas carcelarias fueron resultado de la única primogénita de Bundy.

También se habla de un personaje tenebroso que desafió el perfil de los asesinos seriales de los 70’y de las instituciones que consideraban otros parámetros en los que Ted Bundy no cuadraba. Este hombre frío y calculador imposible de ser llevado a la pantalla si no fuese por ese talento arrollador de Zac Efron -ya totalmente despegado de la escuela Disney-, capaz de trasladar magníficamente todo ese torbellino de emociones típica de un psicópata siniestro en un film dramático y con mucho suspenso a la vez. Asombra tanto la semejanza física del actor con el personaje a interpretar: Efron incorpora con una facilidad magnética tanto los discursos de Bundy como su calcada comunicación gestual, algo que no puede ser pasado por alto por la crítica especializada o futuros galardones de la industria. Nos engaña como espectadores, haciéndonos preguntar si realmente este ser oscuro es inmortal y logró poseer en su totalidad al actor. Por su parte, Lily Collins, más experimentada en papeles de carga sentimental pero con un profesionalismo intachable, nos demuestra que junto a Efron forman parte de una generación post 2000 de actores hollywodenses con futuro en el Séptimo Arte.

Por eso, reconfirmamos que el enfoque sobre la figura de este asesino tal vez sea más humana e íntima desde los ojos de quien fue su amor y le brindó al menos por un breve lapso el ideal de una familia consolidada. Algo imposible para Bundy, quien se debatía entre sus demonios internos, su falta de remordimientos, la ausencia de límites entre el bien y el mal (algo naturalizado en su enferma cabeza) y la “normalidad rutinaria” de un hogar o sus estudios académicos. Es de esperar que este film sea catalogado como un auténtico drama verídico. De esta forma, Extremely wicked, shockingly evil and vile no hace otra cosa que reanimar la llama de la fascinación morbosa que tiene el público reciente y ávido por descubrir otras fases de estos inadaptados “sobrenaturales” de todos los tiempos que parecen ocupar el grueso de las series y los films de estos días: los villanos de carne y hueso.-